Por Jhon Fáber Quintero Olaya
Cuando conocí la librería “El Quijote” apenas contaba con once años. En esa época iniciaba mis estudios de secundaria y el terremoto del Eje Cafetero obligaba a la reconstrucción de una ciudad milagro que encontraba en este mágico establecimiento un lugar para degustar un café y enamorarse de la literatura. La dueña de aquel lugar Yaneth Cárdenas siempre fue una destacada gestora cultural y de las letras; una mujer que promovió la lectura y la escritura como una forma de crecimiento y de libertad. El concurso “Agmandiel” ha sido uno de sus grandes legados en conjunto con Gloría Chávez, Carlos Castrillón y Malena Osorio.
Ir a aquella librería era algo placentero y nuevo para un adolescente que encontró en este mundo un estilo de vida, algo de admirar y su felicidad. El primer libro que compré fue en “El Quijote” cuando quedaba al frente de Bavaria, por la Universidad la Gran Colombia y literalmente cambió mi vocación y mi perspectiva frente a lo que sería mi proyecto de vida. Los años siguientes fueron maravillosos encuentros de amigos, escritores, ensayistas, artistas, músicos y en general ciudadanos que hallaban en este lugar la excusa perfecta para departir e intercambiar ideas sobre cultura y arte. Calle Bohemia fue también un laboratorio similar promovido años después.
Con el tiempo la librería fue sufriendo los rigores del emprendimiento y su llama se fue debilitando, pero nunca extinguiendo. La fortaleza que tuvo la literatura en aquellos años de colegio lentamente se iba diluyendo en las responsabilidades que se adquieren con el paso inclemente del tiempo. La capacidad de asombro de la infancia se transforma en una rutina desafiante a la que pocos escapa. Sin embargo, los dueños del “Quijote”, como otros amigos, nunca renunciaron a su lozana rebeldía.
Uno de esos grandes conquistadores de eterna juventud es Daniel Gómez, quien es sobrino de Yaneth un gran líder citadino. A él lo conocí cuando finalizaba mis estudios de secundaria y tuve la oportunidad de compartir e intercambiar ideas durante varios años de universidad. Su visión crítica de la sociedad lo llevaron a poner en consideración de la ciudadanía su nombre para diferentes escenarios de elección popular. De igual forma este abogado ha ejercido con éxito diferentes roles de servicio público.
Pese a ello, algo faltaba en el proyecto de vida de Daniel, por cuanto era su destino, si es que existe, seguir el legado de su tía. En contra de todo pronóstico y sufriendo los rigores de la pandemia, este profesional del derecho decidió abrir “El Quijote” en el centro de la ciudad como una forma de descentralizar el conocimiento, pero también de seguir su verdadera pasión: el mundo de las letras. No fue fácil lograr este emprendimiento en una época tan compleja para la economía mundial, pero con la disciplina y el empuje de su promotor se ha recuperado un importante espacio para la cultura local.
El Quijote lleva ya un año funcionando y hace parte de esos emprendimientos colombianos que recientemente ha resaltado la OCDE y destaca al país a nivel mundial en la materia. La innovación y la capacidad de Daniel para brindar un servicio integral que comprende la inmersión en el mundo de la lectura con un delicioso café hace de este “Quijote” una versión actualizada, pero igualmente mágica de aquel lugar que conocí en la avenida bolívar de Armenia.
Felicito a Daniel, a su mamá y a todo el equipo de la librería “El Quijote” por este aniversario, les deseo mucho éxito en los proyectos literarios y culturales venideros. Así mismo, a los amigos y lectores de esta columna del QUINDIANO los invito a que conozcan este establecimiento y se dejen llevar por un sitio en el que todo es inmutable. El emprendimiento a través de los libros también es una de las apuestas para la transformación social y el mejoramiento colectivo.
Adicional: Estoy de acuerdo con la vacuna, pero no con las medidas discriminatorias que se vienen adoptando respecto de las personas no vacunadas contra el COVID. Dejar a un ciudadano sin la posibilidad de trabajar ya es una afectación lesiva a derechos y garantías. Es mejor dejar la hipocresía e indicar que la vacunación es obligatoria.