UCRANIA UN DESAFÍO DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO

4 marzo 2022 11:30 pm

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Por Jhon Fáber Quintero Olaya

El conflicto iniciado en Ucrania por Rusia alegando motivos de seguridad y de protección a dos repúblicas de Donest y Lugansk constituye un nuevo desafío para la comunidad internacional. En el pasado la guerra de Irak o la lucha contra el Terrorismo en Afganistán con justificaciones, igualmente, inverosímiles también demostraron que el ordenamiento jurídico mundial tiene mucho que aprender. Tanto en el medio oriente como en Europa está muriendo gente inocente.

La autodeterminación de los pueblos es uno de los principios más caros e importantes que se ha construido sobre la materia. De hecho, el artículo 9 de la Constitución Política de Colombia expresa que nuestras relaciones internacionales se fundamentan en este axioma y aquellos que han sido reconocidos por nuestro estado. La idea a partir de la cual una nación que cuente con territorio, poder público y soberanía obliga al reconocimiento internacional y, por ende, genera una correlativa obligación de respeto a lo que decida esa sociedad respecto de su futuro.

Aún nos encontramos a mitad de camino para respetar esa diversidad, al tiempo que coyunturas geopolíticas demuestran el peso de la fuerza, el presupuesto y el poder militar. En Ucrania se repite un fenómeno histórico que aconteció durante el Siglo XX en diferentes lugares de este hermoso planeta, sin que se haya encontrado aún una salida apalancada en una de las herramientas más preciadas que tiene la humanidad: el derecho.

Han pasado más de 8 días desde que las tropas rusas iniciaron su incursión en suelo extranjero ante esfuerzos tibios de la comunidad internacional. Miles de migrantes ha producido esta guerra que apenas se encuentra en su punto inicial. La separación de madres y padres, el sufrimiento de hijos y los efectos económicos de la destrucción del ser humano evocan las etapas más sangrientas de nuestro pasado como especie. ¿Nada aprendimos de la Covid 19?

Este era un interregno en el que la humanidad debía permanecer unida para salir de una pandemia que, a todos, incluyendo a los que están en contienda, nos afectó. Por cuenta de la naturaleza perdimos amigos, familiares, conocidos, pero esta adversidad se reemplazó en el imaginario colectivo rápidamente, como un titular de prensa. Hoy el mundo recuerda la razón por la existen armas y soldados.

El reto es aún mayor si se tiene en cuenta el potencial nuclear que tiene el país agresor. De igual manera, la determinación de China para respaldar a Rusia y su importancia en el eje terráqueo nos permiten colegir que no sólo se trata de una incursión militar estratégica, sino que existen algunos visos ideológicos, de posicionamiento económico y de contención o apoyo a movimientos separatistas. En todo el mundo existen regiones con anhelos de independencia.  

Las sanciones económicas impuestas a Rusia y el aislamiento del que ha sido objeto su población en diferentes ámbitos siguen siendo ineficaces respecto de los tanques y bombas que diariamente caen en suelo ucraniano. La falta de coerción del derecho internacional público aunada al silencio doloso de la OTAN nos tienen repitiendo acontecimientos vividos durante el comienzo de la segunda guerra mundial. Esperemos que en este caso las cosas no escalen a un nivel tan complejo en el que la amenaza del uso de bombas nucleares ya es una realidad.

Lo de Ucrania es un desafío para la comunidad internacional y para el derecho internacional público que aprende día a día lo complejo de la naturaleza humana. Con acierto decían los romanos: “concordia minima res crescunt, discordia maximae dilabuntur (Por la concordia las cosas mínimas crecen, por la discordia hasta las mayores se desbaratan).   

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