Jhon Fáber Quintero Olaya
Finaliza el 2022 y desde ya las costumbres de fin de año se unen a los sueños de los nuevos comienzos. La vida misma es un eterno trasegar entre puntos seguidos y aparte, los cuales se conjugan con la línea continua del tiempo marcando la historia, cada cronología como las páginas de un libro en blanco. Las anécdotas individuales se retratan como las colectivas y los proyectos del mañana no se hacen esperar.
Esta anualidad estuvo marcada por eventos trágicos como la Guerra de Ucrania o la cabalgante inflación mundial que ha disparado el precio de los alimentos y la calidad de vida. El combustible está por las nubes y nos demuestra que la interconexión geográfica es una realidad ineludible, al tiempo que Taiwán es manzana de discordia entre Norteamérica y China. Venezuela no escapa a los ojos de las potencias y de Rusia.
Las elecciones en Colombia se debatieron entre el populismo y la falta de ideas, así como por el inédito favor popular a un tradicional líder de izquierda. Sus planteamientos han sido revolucionarios, algunos controversiales, pero hoy emerge de un claro derrotero que promete la disminución de las brechas sociales y el combate al cambio climático, pasando por la paz total que llena de esperanza el territorio. Los discursos internacionales del Presidente han sido contundentes y claros, pero los mensajes de algunos de sus Ministros totalmente ambiguos y confusos. Las rectificaciones son tan constantes como los anuncios.
El invierno ha sido cruel en el último semestre, particularmente en los últimos meses. En Europa hubo temperaturas de calor históricas y en este momento Estados Unidos vive una tormenta que ha paralizado las grandes ciudades del Tío Sam. Colombia no escapa a este flagelo como puede apreciarse con la cantidad de derrumbes, vías taponadas, los centenares de muertes y miles de damnificados por el rigor de la naturaleza. Vivimos en tiempos de caos y la llave para evitar la extinción está en nuestras manos.
Este año también la Comisión de la Verdad presentó su informe y, como de costumbre, generó rechazo y molestias en cierto sector político. Las solicitudes de rectificación no se hicieron esperar y las iniciativas para contar otras historias sobre el conflicto estuvieron a la orden del día. El Presidente Duque no concurrió al acto de clausura y el actual, es decir, el doctor Petro Urrego se comprometió a acatar las recomendaciones. Ni la verdad se escapó en el 2022 a las polarizaciones ideológicas.
Los vientos de cambio iniciaron con una reforma tributaria que fue aprobada contra viento y marea. De igual manera, se tramitó una ampliación de la Ley de orden público que facultó al Presidente con polémicas atribuciones de orden judicial. Aún continúa la discusión sobre una eventual sustitución parcial de la Rama Judicial y la Procuraduría denuncia que los primeros gestores de paz fueron liberados por funcionarios sin competencia. La polémica sin duda no tendrá paciencia en el 2023.
La reforma política también camina a la velocidad de la Luz y su incidencia en las elecciones territoriales del 2023 produce indicios de inconstitucionalidad y un tufillo de conveniencias programáticas. De igual forma, se prepara una transformación de salud, del campo y una lucha decidida contra el hambre. El año siguiente, como puede apreciarse, no estará exento de titulares, aunque esperemos que el señor Presidente mejore su puntualidad y cortesía cuando de sus relaciones con los jueces se trate.
Culmina el 2022 y como siempre quedan muchas preguntas por resolver, cosas por hacer y reflexiones por escribir. Sin embargo, la cronología no perdona y cada mañana siempre genera la oportunidad de un nuevo libreto. En forma independiente al interregno de nuestra historia como diría Goethe: “estamos hechos y moldeados por lo que amamos”, así que la línea del tiempo siempre se reconocerá por aquello que nos hace esencialmente humanos. Feliz año para todos.