Fuego en la información

6 mayo 2023 4:12 am

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Jhon Faber Quintero Olaya

Hace unas semanas la columnista Ana Bejarano escribía en el prestigioso portal “Los Danieles” una columna que denominó “los magnates de la verdad” y en ella se refiere a como algunos duelos de medios de comunicación utilizan el poder y la infraestructura de estos canales como fábricas de dinero. En algunos casos las económicas ideas no coinciden con la realidad informada, para lo cual la brillante autora trae a colación la demanda que enfrenta Ruper Murdoch de Fox News por cuenta de la difusión de noticias falaces sobre las elecciones del 2020 en el país del Tío Sam. Las consecuencias de esta distorsión fueron significativas para la institucionalidad, al tiempo que ciudadanos furibundos se tomaron la sede del parlamento norteamericano.

La libertad de prensa es un valor democrático, pero también una responsabilidad. El uso indiscriminado de los medios de comunicación con fines electorales o como trinchera política es tan peligroso como la censura. Los periodistas deben tener todas las garantías para el ejercicio de su importante labor, pero también deben contratar fuentes, ser veraces e imparciales en esta relevante labor. La instrumentalización de los medios con fines electorales o económicos también afecta los cimientos de la sociedad contemporánea.

Colombia no pareciera ajena a esta tendencia partidista de algunos prestigiosos comunicadores. Sólo en la última semana el Presidente de la República ha salido por sus habituales redes sociales a desmentir información publicada sobre su gestión, por ejemplo, con el Ejército de Liberación Nacional en Europa o la llegada de la guardia indígena con sus bastones a Bogotá. Las imprecisiones de algunos autores de la colectividad fueron fácilmente desvirtuadas por el Jefe de Estado. ¿Por qué tiene que el Presidente Petro dedicarse a desvirtuar estas aseveraciones?

Algunos sectores periodísticos tienen dedicación exclusiva a la denigración y la difamación, lo cual debe ser diferenciado por la opinión pública. No todo lo que circula en redes sociales o medios de comunicación es real y lamentablemente ya es obligación del ciudadano separar y clasificar lo que es cierto de lo que no es. Es evidente que existe una sistemática tendencia a distorsionar algunos ejes programáticos del Gobierno, inventar eufemismos o problemas para la generación de caos respecto de una Administración que no lleva un año de ejercicio.

No se trata de graduar al ex Senador Petro Urrego como víctima, sino de dejarlo trabajar y ejercer un oportuno control social, jurídico y político, pero a partir de las ideas y de la veracidad. La invención social o la difusión parcializada de noticias afecta tanto la institucionalidad como la democracia plebiscitaria. El Presidente ha cometido errores en su corta gestión, pero también ha tenido una impaciente oposición desde diferentes sectores económicos, sociales y políticos que hacen muy difícil la construcción de la autopista gubernamental. La sola reflexión alrededor de reformas no realizadas estructuralmente desde los 90 genera una nueva visión de país que vale la pena, pero para ella es indispensable partir de la verdad. En ello la labor de los medios de comunicación es determinante.    

El discurso presidencial del 1 de mayo tuvo matices en todas las dimensiones, pero llama la atención que del tiempo en el balcón del Presidente sólo se hayan transmitido por la mayoría de los equipos de comunicación sólo apartes relativos a la reacción ciudadana. Los contextos asociados, por ejemplo, al origen histórico de las mencionadas afirmaciones y la defensa de la paz en ese pronunciamiento popular no hicieron parte de los análisis semanales que los principales medios impresos y audiovisuales transmitieron.

Los consensos son necesarios, como lo dije la semana anterior, pero para llegar a ellos es indispensable el aporte de todos, incluyendo los medios de comunicación. El fuego de la información inexacta e imprecisa debe reemplazase por la llama de la esperanza, la construcción de un mejor mañana y una información objetiva e imparcial.

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