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Marchas y contramarchas

24 junio 2023 1:07 pm
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Jhon Fáber Quintero Olaya

La inminente llegada del fenómeno del niño no está generando tanto calor como la convulsión social y política que vive el País. Las discusiones centrales de reformas a la salud, pensiones, de trabajo y demás ha sido reemplazada por los escándalos de las últimas semanas, incendios y tristemente el llamado a la polarización de diferentes sectores. Nuestros líderes juegan con gasolina.

Atrás quedaron los llamados a la unión del discurso de victoria presidencial y la composición de un gabinete diverso que generaron esperanza en todos los sectores no petristas. La oposición se ha radicalizado con mentiras, operaciones tortugas de orden parlamentario y hasta señalamientos irresponsables de carácter penal. La paciencia del colectivo se está agotando.

Por ello, los llamados al balcón del doctor Petro Urrego, las asambleas populares y demás indicios de democracia plebiscitaria no son sanos porque es claro que no todo el País comparte su ideología y su programa de gobierno. Los actos administrativos por Twitter, mal escritos en su mayoría, no se conectan con el decoro de la institución presidencial y la minimización de las protestas de los disidentes no se esperan de la primera Magistratura del Estado. El ex Senador ha indicado que es un demócrata, pero además de ello es el principal líder de nuestra Nación.

Los antagonistas del gobierno deben cambiar su estilo, igualmente beligerante, y ser los estadistas de freno que esperamos todos. Por ello, los argumentos en la institucionalidad, la independencia de poderes y no caer en las provocaciones de llenar plazas públicas es fundamental para empezar a apagar los ánimos que se están creciendo. La posibilidad de tender puentes para la construcción de consensos en la diferencia también es fundamental porque de las múltiples reformas a la salud que han promovido los partidos debe surgir un texto unánime que mejore la calidad de vida de los colombianos. La paquidermia en el curso de las Leyes sirve de insumo a los promotores del caos.

La apuesta de todos debe ser no porque se escuche al que más grite, sino para que las instituciones sean los agentes de cambio que pretende encarnar la actual administración nacional. La elección del Contralor General de la República y próximamente del Fiscal General de la Nación hacen parte de esas expectativas de transparencia, equilibrio y robustecimiento de los órganos creados constitucionalmente. La interinidad o vacancia en estos cargos no sería un buen mensaje en actual escenario social.

Retomar la agenda reformadora y las reflexiones sobre los cimientos del desarrollo rural, salud preventiva y equidad. Para ello la vanidad presidencial debe transformarse en un llamado a la unión, a los diferentes partidos y movimientos políticos para la disertación respetuosa y el respeto por la opinión diferente. El Gobierno debe propender no por la imposición, sino por una síntesis que emerja de una lluvia de ideas en la que todos los sectores tengan acceso. Igualmente, Senadores y Representantes deben escuchar al Ejecutivo sin sesgos, presiones, intereses personales y con el mayor rigor técnico posible.

Los medios de comunicación también tienen su cuota de responsabilidad en este panorama de restauración. Las noticias deben ser corroboradas, imparciales y veraces para que la ciudadanía pueda ejercer un control social sobre realidades y no frente a quimeras. Las marchas y contramarchas no solucionan la pobreza, el cambio climático, la inflación o la dinámica de progreso y desarrollo que todos esperamos. El pueblo debe opinar y las autoridades resolver; esa es la ruta de la paz total.          

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