Un momento es una historia

9 septiembre 2023 4:03 am

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Jhon Fáber Quintero Olaya

La muerte de César Hoyos Salazar es una verdadera tragedia para los que seguimos de cerca su trayectoria profesional. Mucho se ha escrito del ex Alcalde y sus valiosos aportes a la ciudad capital del Quindío y la verdad es que todos se quedan cortos para la huella que deja este extraordinario jurista. Muchas generaciones conocimos sus sentencias y su historia de vida, encontrando en ella un ejemplo de superación y de integralidad. La herencia de los grandes personajes sólo se mide con los años y serán muchos los recuerdos del niño de la cordillera quindiana que llegó a ser Presidente del Consejo de Estado.

Confieso que apenas y lo conocí ya retirado de la vida pública. En un breve encuentro, totalmente casual, pude advertir su sabiduría y pausa con la que se refería a los diferentes temas puestos sobre la mesa. La tranquilidad del conocimiento era equivalente a lo ameno de la conversación y a la tranquilidad por las respuestas a las inquietudes propuestas. En un mundo donde las preguntas son múltiples y la seguridad ante ellos es cada vez más incierta encontré un faro de enseñanzas en aquel interregno y una anécdota valiosa que me permite compartir estas líneas.

En un encuentro en la ciudad de Bogotá de orden profesional visité el Consejo de Estado y la Magistrada que atendió la diligencia preguntó informalmente el origen de los presentes a lo cual orgullosamente me identifiqué como oriundo del Quindío. La togada relacionó inmediatamente esta región con el profesor universitario César Hoyos Salazar y dijo que era un hombre muy querido en la Corporación. Ese día comprendí que los grandes siempre dejan su magia en cada parte del camino marcando recuerdos y personas con sus acciones y palabras.

Pero no sólo partió un juez admirado a nivel nacional, sino un académico consagrado, de lo cual fui cortamente un testigo presencial. El paso del docente por la Universidad Nacional y a nivel local por la Gran Colombia permitió el debate y la formación de ideas en importantes centros de pensamiento. La integralidad de un ser humano se mide por las dimensiones de su comportamiento y en el caso de quien partió la semana que termina se demuestra con sus educandos, pero también con centenares de generaciones que conocemos su legado.

La responsabilidad de las autoridades es no dejar que se pierdan las contribuciones de César Hoyos en el baúl del tiempo y, por ello, las nuevas generaciones deben apropiarse de la historia de personas que como él hicieron grande a un Departamento muy pequeño. La academia debe converger no sólo en el homenaje que de diferentes formas se ha realizado en estos cortos días, sino en la construcción de una pedagogía de quindianidad que permita evocar a personas como Luis Vidales, Carmelina Soto, Carlos Castrillón y César Hoyos Salazar.

Es hora de resaltar la grandeza de nuestra historia, cultura y academia para que el país y el mundo sepan que en esta tierra se hace el mejor café del mundo, se tienen paisajes maravillosos, pero también se forman hombres y mujeres con la capacidad y los sueños por la construcción de un mejor mañana. En mi caso recuerdo la tarde en la que tuve la oportunidad de absolver algunas dudas conceptuales con un gran maestro y confieso que esa tarde para mí el mundo se detuvo, me permitió reflexionar, respirar y volver a empezar como muchas veces sucede. Murió un extraordinario ser humano, pero queda su obra para la posteridad.       

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