Jhon Faber Quintero Olaya
La política exterior de Colombia no puede manejarse por redes sociales y tampoco devenir de la personalidad o filosofía de las autoridades nacionales. La diplomacia y los canales apropiados existen para garantizar relaciones armónicas entre países y de esa forma evitar conflictos dialecticos y políticos. El respeto por las formas es tan importante como el contenido de los mensajes.
La semana anterior hice en esta columna apología del Comunicado presidencial alrededor de la escalada de violencia en medio oriente y específicamente entre Israel y Palestina. El llamado al dialogo por parte de la Cancillería a través de las Naciones Unidas sigue siendo la mejor salida para frenar la barbarie que sigue acabando con la vida de miles de personas inocentes.
Sin embargo, comparar al pueblo judío con Hitler constituye una imprudencia y ligereza en la argumentación presidencial. Un líder nunca es escuchado cuando su discurso es ligero, desproporcionado y exagerado. Este cotejo de Gaza con Auschwitz evoca lo peor de la historia reciente de Occidente, pero no proporciona solución alguna a una situación que requiere de consensos y no más posiciones extremas.
Suficientes problemas existen en suelo patrio para intentar servir de ejemplo a las tragedias de otras latitudes y menos por vía de redes sociales. La altura intelectual y la formación del Presidente Petro no está en discusión, pero su impulsividad para expresar y controvertir sus ideas si dejan mucho que decir. Los cruces argumentativos con políticos o periodistas ya trascienden las fronteras, al tiempo que vía X se anuncia el cierre de algunas de ellas.
El Ministro de Relaciones Exteriores, por otro lado, no aportó mayores elementos para frenar esa ola de insultos entre el Embajador Israelí y el Jefe de Estado colombiano. Por el contrario, a través de la misma herramienta de comunicación oficial de Palacio, es decir, aquella que en otrora se llamara Twitter el doctor Leyva Durán reprendió duramente al diplomático. La rabia le duro un día porque finalmente se retractó.
Entre tanto, la población civil sigue sufriendo los horrores de las balas porque incluso hospitales son arrasados por las fuerzas en contienda. La matanza de Hamas en territorio israelí fue una tragedia sin precedentes e imputable a un grupo terrorista. Sin embargo, la reacción también puede considerarse despiadada y no devuelve la vida de quienes vilmente fueron asesinados. La muerte de más inocentes sólo despierta una cadena de violencia que escala interminablemente.
Por ello, la condena a toda forma de belicismo y el llamamiento a la paz era la idea acertada para que dos sociedades históricamente antagónicas pudieran aprender a coexistir en la diferencia. Esa visión equilibrada y mediadora duró poco y la seguidilla de trinos presidenciales opacaron una sana perspectiva y condujeron a un riesgo innecesario en la política de defensa colombiana.
Petro no se baja de sus ideas y está siempre listo para la controversia, pero no es así como se administra un Estado. El país sigue anhelando ese discurso de unidad y esas políticas de cambio que no pueden surgir de una informal perspectiva en X. La comunicación legitima las instituciones, pero no aquella que emana de la violencia verbal, la informalidad y la ausencia total de decoro.
Las comparaciones del Ex senador ya son una tragedia más en una historia bañada de sangres, ambiciones, ideología e intereses. La esperanza en el Presidente persiste en quienes creemos que aún puede recomponer.