Nacionalidad del mundo

25 noviembre 2023 3:32 am

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Jhon Fáber Quintero Olaya

Las ciudades actuales son literalmente Torres de Babel. La época en la que los residentes de una pequeña porción del territorio se distinguían por cuestiones de nacimiento, lengua o costumbres ha pasado a la historia por un momento en el que los cascos urbanos son cuna de propios y visitantes. La inmigración siempre ha existido, pero para el Estado-Nación actual es un verdadero reto.

Algunos países como Estados Unidos construyen muros o barreras y crean complejas logísticas para lograr disuadir a seres humanos que desde otra parte de la esfera planetaria buscan el sueño americano. La semana que termina dos niños fallecieron intentando romper las barreras del Río Bravo y su futuro quedó en el azar como el de miles de personas diariamente por tierra, mar y aire. La llegada al destino parece un premio, pero se convierte en la génesis de una nueva tortura.

La xenofobia y la situación económica de Europa o Norteamérica se vuelven factores incidentes en una comunidad que ya no es más de ciudadanos exclusivos. Los europeos en Americana Latina o los africanos en París hacen de estas urbes algo diferente al pasado y compelen a una inédita construcción de futuro.

El número de venezolanos radicados en Colombia se incrementó en un treinta y cuatro por ciento entre el 2021 y el 2022, según datos de Migración Colombia. Así mismo, nativos cafeteros intentaron llegar a las tierras del Tío Sam en números alarmantes en los mismos periodos. Para el 2021 más de ochocientos cincuenta y cinco mil colombianos residían en los Estados Unidos, “lo que representa alrededor del 2 por ciento de los 45.3 millones de inmigrantes estadounidenses en general y el grupo más numeroso procedente de Sudamérica”[1]. Ello sin contar lo acaecido en Europa y concretamente en países como España.

Los choques culturales, de lenguaje y en ocasiones de orden político son desafiantes para estos héroes que construyen su vida en otras regiones. Se llevan un pedazo de sus raíces, pero cuando vuelven ya no son los mismos y lo que construyen en sus nuevas residencias hacen de esos pueblos algo diferente también. New York, Madrid o Atenas no son idénticas a su reciente pasado y ahora confluyen en ellas la multiculturalidad y una nueva generación de ciudadanos del mundo.

Europa, por ejemplo, alberga millones de musulmanes, asiáticos y africanos que encontraron en los valores occidentales un nuevo camino. Así mismo, las comunidades de Sudamericanos en el viejo continente trascienden los equipos de fútbol y encuentran un talento humano, generalmente joven, que viene reviviendo antiquísimas sociedades. El Mundo está conectado y la migración lo aprovecha.

Sin embargo, una discusión de fondo surge de este complejo panorama respecto del futuro de nuestras sociedades. Si seguimos exportando personas al otro lado del Océano cómo avanzaremos en la solución a nuestros endémicos problemas. La generación de oportunidades, construcción de empresa y de oferta laboral son apuestas gubernamentales obligatorias no sólo para mejorar la calidad de vida, sino para evitar que familias enteras pasen sus navidades a través de una pantalla. 

Nuestras instituciones y líderes deben ser capaces de marcar los caminos para que la huida sea una decisión y no un salto al vacío en el que la vida misma corre peligro. La tragedia de Yini Paola Galán y sus hijos no debió ocurrir, pero hoy la lamentamos mientras otros compatriotas siguen sus valientes pasos.   

 

[1] https://www.migrationpolicy.org/article/inmigrantes-colombianos-en-los-estados-unidos.

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