Una tarde de octubre en marzo

9 marzo 2024 4:04 am

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Jhon Faber Quintero Olaya

Una mirada al firmamento en una noche inédita marca el comienzo de una historia. Las palabras sobran cuando el cuerpo habla y el bullicio de la ciudad decora un contexto inédito en el que simplemente surge algo. El origen simplemente es algo sin la explicación o la justificación del nacimiento porque las cosas que nacen simplemente son. Así es el reconocimiento actual de una lucha eterna por la igualdad de derechos.

En marzo se evoca un tiempo por la igualdad, pero también un pasado en el que la discriminación y la idea de superioridad de un ser frente a otro construyó una verdad. La distinción sexual durante años marcó el ejercicio de derechos como si la sola condición de la dignidad humana no fuera suficiente para ver al otro en su entidad. La vida social era normal con las limitantes y correlativamente con los privilegios.

Las posibilidades de la invención también se encontraban supeditas a los paradigmas de la familia nuclear y la vida también era una obligación. La mujer, independientemente de sus deseos, tenía que dar a la luz así la causa de la existencia fuera un tormento o simplemente una mala decisión. La deformación o el riesgo de muerte no eran relevantes para una civilización en la que la instrumentalización de la debilidad manifiesta era una constante y, a veces, un juego de doble moral.

El apellido también coartaba la voluntad, así como el estudio y el derecho al voto. Cosas básicas en los tiempos de las redes sociales y que parecen salidas de una película de ciencia ficción antes surgían como valores comunes y aceptados, pese a su notoria injusticia. La política o el trabajo eran actividades de hombres por supremacía o religión, así como la posibilidad de embriagarse o equivocarse en la juventud. El mundo se edificó durante siglos sobre una sola cara en la moneda y perdió la posibilidad de un desarrollo que sólo genera la integralidad.

Por ello, el día de la mujer no sólo representa un tiempo en el que la disciplina, el tesón y la valentía humana rompieron insanas costumbres, sino la reflexión constante sobre el cambio y lo relevante que resulta la empatía. El ser humano no se debe distinguir por sexo o raza y los pensamientos simple y llanamente deben ser respetados en la diversidad. Una democracia debe brindar oportunidades sin distinciones y las creencias deben ser el vehículo del humanismo y no de la cosificación.    

La igualdad hace carrera en el mundo actual, al tiempo que se discute si la paridad en ternas o cargos de elección popular debe amparar en forma similar a hombres y mujeres. La Fiscalía General de la Nación, si la Corte rememora su responsabilidad, estará a cargo de una distinguida dama y, con ello, no sólo se marca la institucionalidad con una decisión sin antecedentes, sino que se manda un contundente mensaje de progresismo. Este es un ejemplo de como el empleo en sus diferentes dimensiones ya es sinónimo de equidad, aunque aún quedan rezagos de un anacrónico machismo.

Marzo, por tanto, es el mes de la igualdad, de las miradas, de la historia, del perdón y del aprendizaje. No se puede seguir sin un equipaje ligero y la maleza mental sólo se elimina con el aprendizaje del ayer y su olvido simultáneo. La concurrencia de emociones hace parte de la naturaleza humana y emerge como todo aquello que en la naturaleza simplemente es sin razón alguna.

Sin embargo, el primer día de la mujer rural fue en octubre y, por tanto, la discusión ya no es sólo entre hombre y mujeres, sino entre el campo y la ciudad. El primer trimestre o el último del año no se distinguen cuando se transforma la vida, cuando se avanza en la protección de derechos. Feliz mes de la mujer.

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