Gilberto Zaraza Arcila
Como todos los años por esta época, se reúne la Comisión de Concertación de Políticas salariales y laborales para “negociar” el salario mínimo. A la misma asisten empresarios y trabajadores y el gobierno que funge como conciliador, pero que siempre está del lado de los empleadores. Esta negociación es una farsa, porque los empleadores (empresarios y gobierno) actúan de consuno para defender sus intereses, y los asalariados no tienen ningún poder decisorio. Por el contrario, en algunas ocasiones son traicionados por sus dirigentes sindicales que por prebendas y canonjías traicionan a su clase. Es por eso, que casi siempre los incrementos son pírricos y no compensan el aumento en el costo de la vida.
factores en estudio para determinar el nuevo salario, IPC, productividad e inflación, siempre son fijados de manera sesgada por entidades gubernamentales. empleadores agrupados en la ANDI,ANIF Y FENALCO, como todos los años ofrecen un aumento exiguo, el 2% para el 2021, que significan $583 diarios, $17.550 mensuales que no alcanzan ni para pagar un pasaje diario de bus. trabajadores que aspiran a mejorar sus condiciones de subsistencia solicitan un incremento del 13.9%.
La propuesta más ofensiva e indignante es la del ministro de hacienda de reducirlo en un 20%, que porque el salario mínimo es ridículamente alto. O la del uribismo de reducir la jornada laboral y la de la ANDI de ofrecer trabajo y pago por horas o por días. Carrasquilla miente, el salario mínimo en Colombia es uno de los más bajos del mundo, inferior al de todos los países europeos, asiáticos y la mayoría de países latinoamericanos, como Honduras, Guatemala, Panamá, Costa Rica, Ecuador, Bolivia, Paraguay, Perú y Chile.
El manido argumento de empresarios y gobierno que no se puede subir mucho el salario mínimo, porque es inflacionario y genera desempleo, es falaz. Lo que genera inflación es escasez de la oferta o la especulación en el precio de los productos, que es lo que hacen los carteles de los productos o servicios y los acaparadores e intermediarios. Y lo que genera desempleo es la contracción de la demanda por falta de capacidad adquisitiva de los consumidores. Por eso no es inflacionario el elevado aumento del sueldo de congresistas, magistrados, ministros, fiscales, procuradores, contralores y demás altos funcionarios del Estado, que ganan en su mayoría entre 25 y 39 veces el salario mínimo, superior al promedio de Latinoamérica que es de 24 veces. Lo más injusto es que la brecha salarial se amplía cada año porque el mismo incremento o uno inferior para los privilegiados, representa un aumento entre 30 y 35 veces el incremento del salario mínimo. Esto lleva a discriminación salarial y más desigualdad.
Mientras un congresista gana $34.4 millones mensuales, solo trabaja 3 días a la semana durante 8 meses, pero le pagan el año completo incluidas primas y cesantías, el pago de sus oficinas con materiales y equipos, le asignan 2 camionetas con sus gastos de mantenimiento, les pagan una UTL conformada por 10 empleados con un costo máximo de $50 millones de pesos mensuales, y si vive fuera de Bogotá le dan un tiquete aéreo semanal de ida y vuelta. Al asalariado le pagan $877.800 y un subsidio de transporte que no le alcanzan para pagar el bus durante el mes.
El salario mínimo solo lo ganan cerca de 9 millones de colombianos. Según el DANE y el Banco de la Republica entre un 50% y un 63 % de colombianos ganan menos de un salario mínimo. Vale decir la población dedicada a la informalidad, al rebusque. O los empleados por comerciantes aporofóbicos, que violando la legislación laboral son explotados con jornadas de 10 o más horas diarias, 6 días a la semana, por miserables 20 o 25 mil pesos diarios, sin protección social, ni subsidio de transporte, ni primas, ni vacaciones, ni cesantías, etc.
Si se quiere reactivar la economía, el incremento del salario mínimo debe ser varios puntos por encima del IPC y de la inflación proyectada. Con mayor capacidad adquisitiva, hay mayor demanda, se genera más empleo y se mejora la calidad de vida del trabajador y su familia. Eso es lo que indican las más elementales lecciones de economía. Con mayores salarios, hay mayores ventas, ingresos y utilidades, más empleo y mayor crecimiento económico.
Los empleadores deben dejar a un lado la avaricia, el egoísmo y la insensibilidad, y en un acto de solidaridad con sus trabajadores (a quienes deben sus riquezas), deben compartir parte de sus elevadas utilidades anuales, ofreciendo un incremento que permita mejorar las condiciones de vida de sus colaboradores.
Si lo que buscan ansiosamente los capitalistas es que haya reactivación y crecimiento económico, en uno de los países más desiguales del mundo, esas decisiones de contraer la demanda con salarios de hambre y flexibilidad laboral, son ininteligibles y solo conducen a más pauperización. Para que haya negociación justa y equitativa, el gobierno en caso de que los negociadores no lleguen a un acuerdo debe decretar un aumento ponderado de las propuestas en la mesa.