Fuego cruzado

7 marzo 2023 11:54 pm

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Gilberto Zaraza Arcila

A solo 7 meses de haber empezado el presidente Gustavo Petro atraviesa por uno de los momentos más críticos y complejos. Se repite la historia de su mandato en la Alcaldía de Bogotá.  Opositores y aliados le están disparando desde todos los frentes.

Es el mismo plan concebido por el establecimiento para sacarlo como alcalde de la capital. El Congreso, el poder judicial, los grupos económicos, la clase política tradicional, los organismos de control y los medios de desinformación, están unidos para torpedear su gobierno y hacer imposible el cambio. Saben que si se logra aprobar, será la pérdida definitiva del poder, o al menos por varias décadas.

A la oposición radical, intensa, férrea y malintencionada de la oposición, que  lo odia  porque tuvo la valentía y el valor civil de desenmascararlos como aliados del narcotráfico y el paramilitarismo, de la corrupción y la impunidad.  De las Altas Cortes, Fiscalía y Procuraduría, politizadas, corruptas y prevaricadoras, que sin autoridad moral le muestran los dientes, oponiéndose a todas sus iniciativas, amenazando con investigaciones y cortapisas a todas sus medidas orientadas a darle solución a los múltiples problemas heredados.

Se le suma el juego amigo de los partidos de la coalición de gobierno que a pesar de la generosa mermelada, se oponen a todas las reformas con la falacia que van a arrasar con todo. Que va a destruir lo construido. El objetivo es minimizar y diferir las reformas en un largo período de transición, para defender y mantener el sistema de privilegios de la oligarquía.

De los funcionarios del círculo más cercano provenientes de los partidos tradicionales, que incurren deliberadamente en errores para desprestigiar el gobierno (Prada, Lizcano,  Sarabia, etc.). De los indígenas, campesinos y mineros (al parecer comprados por la derecha), que salen a bloquear las vías  y a incurrir en hechos de violencia. Rápidamente perdieron la paciencia, pero  la mantuvieron con gobiernos anteriores que les incumplieron las promesas. De la desmotivación de las masas a salir a las calles a apoyar al gobierno porque lo ven demasiado complaciente con el establecimiento.

Como si no fuera suficiente con esta poderosa tormenta, el hijo y el hermano resultan comprometidos en graves escándalos de corrupción y en tráfico de influencias en el gobierno, que desafortunadamente afectan notoriamente la imagen del presidente.

Hacer demasiadas concesiones a la derecha a cambio de gobernabilidad ha sido interpretado como demostración de debilidad. Se queda con el pecado y sin el género. Por eso el hipócrita Álvaro Uribe que lo insultaba de sicario y guerrillero, sale a pedir respeto por el presidente. Está agradecido que no lo extraditaría, y aspira que le haga elegir un fiscal de bolsillo como lo informó Daniel Coronel. Pero soterradamente le pide a su partido CD que arrecie la oposición y la crítica.

Para congraciarse con las maquinarias politiqueras clientelistas y electorales no les puede entregar toda la burocracia y la contratación. Ni puede claudicar en la aspiración de ganar las elecciones regionales, por la aprobación de unas reformas emasculadas. Y porque lo dejen terminar su periodo.

Las innecesarias declaraciones notarizadas antes de la elección para tranquilizar el establecimiento dejaron un mal mensaje. No se gobierna con los enemigos infiltrados para hacer daño.  No se puede demostrar temor a un golpe. Este se contrarresta con el manejo adecuado del poder presidencial que le otorgaron la mayoría de los colombianos. Ante este oscuro panorama solo le queda dar un viraje. Llegó la hora de pasar de la firmeza en los discursos a la firmeza en las acciones. Las reformas prometidas no pasarán en el Congreso. Por lo tanto hay que convocar el apoyo ciudadano, no en las calles, sino en las urnas. Se debe convocar una asamblea nacional constituyente o un referendo para que el pueblo, el constituyente primario las apruebe.

Ganar las elecciones regionales es indispensable para obtener mayor gobernabilidad y poder soportar la continuidad en el proceso del cambio.  Para ese propósito es necesario  empoderar al Pacto Histórico de las entidades territoriales del orden nacional. De lo contrario la derecha las ganará, seguirá saqueando los fiscos municipales y departamentales, y dentro de 4 años seguirán con las mayorías en el Congreso y recuperarán el poder ejecutivo.

No puede ser inferior al compromiso histórico del cambio. El pueblo no aguanta una frustración más.  El presidente tiene el reto de emular a los presidentes progresistas como Correa, Morales y Lula que se rodearon de los amigos del proceso, demostraron para qué es el poder, hicieron grandes cambios, redujeron drásticamente la pobreza, el desempleo y la desigualdad, fueron  muy populares, con altos índices de favorabilidad y por eso los reeligieron.

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