Gilberto Zaraza Arcila
El planeta tierra es lo suficientemente extenso y con las riquezas naturales necesarias, para que todos los habitantes tuviéramos un espacio y los medios para vivir dignamente y en paz. Pero la mentalidad egoísta, la falta de valores y el modelo económico con su afán desaforado de ganancia y acumulación de riqueza, lo están volviendo invivible.
La mayoría de los países del sur son subdesarrollados y pobres por tener gobiernos corruptos e incompetentes, pero también por la explotación despiadada de sus recursos que hacen los países desarrollados del norte, promoviendo guerras o invasiones que solo dejan miseria y desempleo.
Buscando mejores condiciones de vida, millones de seres humanos emprenden un riesgoso viaje muchas veces sin retorno (porque solo encuentran la muerte), a Estados Unidos o Europa por una oportunidad de trabajo y un mejor futuro. Y en vez de recibir el apoyo y la solidaridad de sus congéneres, son explotados, violados o abandonados por los miserables coyotes que les cobran grandes sumas de dinero para pasarlos por las fronteras.
Y con la inhumana, racista y clasista legislación migratoria de los países del norte, que consideran que los ciudadanos de los países con Índice de Desarrollo Humano (IDH) muy alto, pueden viajar sin visado por todo el mundo. En cambio los ciudadanos de los países con IDH bajo tienen restricciones, les niegan la visa o les impiden el ingreso por las fronteras. Y los que logran entrar clandestinamente son objeto de discriminación, persecución, detención o deportación, porque consideran que todos son delincuentes.
Se mantienen desarrollados gracias a la explotación de los subdesarrollados y a la excesiva deuda externa, para imponerles condiciones. Fariseicamente dicen defender las democracias y las libertades. Pero solo para sus países, la empresa privada, los capitales, las mercancías y los ricos. Pero no para las personas sin dinero, que no tienen derecho a la vida, a la educación, y al trabajo.
En el mundo hay 281 millones de migrantes. En los últimos 8 años han muerto 48.423 ahogados en el mar Mediterráneo o en las fronteras, según la Organización Internacional de Migración. Sin contar cientos de embarcaciones que naufragan repletas de familias con niños, sin la búsqueda y rescate de las víctimas.
Desde el 2015 la emigración de colombianos es creciente, pasando de 200.000 anuales a 547.000 en el 2022. En la actualidad hay cerca de 5 millones de compatriotas que viven y trabajan en el exterior. Aunque Colombia también recibió en los últimos años un éxodo de 2.5 millones de venezolanos. Cuando la bonanza petrolera en Venezuela la diáspora colombiana al país hermano fue de más de 4 millones de personas.
Esta enorme tragedia e inenarrable sufrimiento en un mundo civilizado, justo y solidario, ya se habría solucionado. Si los países desarrollados por gratitud o compensación invirtieran en educación y desarrollo industrial y agroindustrial en los países del sur, generando millones de puestos de trabajo, haciendo innecesaria la migración.
Pero como el mundo está deshumanizado y se impone la codicia y la ambición desmedida por poder y capital, impera la xenofobia, la aporofobia y el racismo. Solo se requiere de voluntad política, de cambio de valores y del modelo económico excluyente. Con humanismo, libertad, igualdad y fraternidad para todos, podremos solucionar este drama y vivir en paz.