Gilberto Zaraza Arcila
El destino a veces es cruel y despiadado con algunos seres humanos. Lo que les ocurrió a los 4 niños indígenas perdidos durante 40 días en la selva inmensa e inhóspita es inexplicable, inefable. Salen en una avioneta huyendo de su hábitat entre el Caquetá y el Amazonas por amenazas de la guerrilla a sus padres, pero también de los maltratos físicos y verbales de su padre y padrastro. El aeromotor se estrella en medio de la selva y pese al fuerte impacto los niños salen ilesos. Mueren 3 adultos entre ellos la madre de los niños, quien luego de una penosa agonía de 4 días logra darles instrucciones para tratar de subsistir.
A la tragedia de ver morir a su progenitora y el fuerte impacto emocional de soportar su pérdida, se suma el miedo y la angustia de pensar cómo van a sobrevivir en condiciones tan difíciles, en medio de los peligros de los felinos, las serpientes, tarántulas e insectos que pueden provocar malaria, dengue, leishmaniasis… etc; que si no se atienden oportunamente pueden provocar la muerte. También a las inclemencias climáticas, lluvia, altas temperaturas y humedad, frio, la falta de alimentos y agua.
Por fortuna, este fatídico hecho ocurrió en el gobierno de un presidente progresista, que ordenó un amplio despliegue de búsqueda en alianza con los indígenas, y con la persistencia de la Operación Esperanza hasta encontrar a los niños vivos o muertos. Si hubiera ocurrido en el gobierno anterior que despreciaba a las comunidades indígenas, negándose a dialogar con ellas para no atender sus peticiones. Y que en vez de rescatar a los niños reclutados a la fuerza por la guerrilla, ordenaba bombardearlos, que porque eran máquinas de guerra. Seguramente habrían desistido rápido de la búsqueda por considerarlos muertos por desnutrición, deshidratación o por ataque de los animales salvajes.
Cuando se creía que habían fallecido, gracias a la pacha mama y a circunstancias inexplicables los niños fueron encontrados milagrosamente con vida, provocando una gran alegría a todos los colombianos.
Esta hazaña de seres humanos tan frágiles, a tan corta edad y durante tanto tiempo, debe ser record mundial de supervivencia en condiciones tan adversas. Leslie la niña de 13 años se convirtió en heroína, al actuar como prematura mamá, protegiendo a sus hermanitos de 9 y 4 años y una bebé de 11 meses. Es admirable su fortaleza mental, la resistencia y la resiliencia ante la tragedia y el sufrimiento. Es una lección, un ejemplo digno de imitar. Esta niña debe tener un reconocimiento al valor y a la responsabilidad.
La población indígena tradicionalmente ha sido relegada y abandonada por el Estado, no tienen ningún futuro. Diariamente los vemos tirados en los andenes de las ciudades, con numerosos niños vendiendo sus artesanías o implorando la caridad publica. Este acontecimiento debe servir para que el gobierno sea solidario y les preste la atención requerida para que tengan mejores condiciones de vida. Que no los utilicen más para las fotos y los rituales ancestrales de buena energía en campañas electorales.
Ojalá el destino y la ley de la compensación les brinden un mejor futuro a los 4 niños y a todos los que nacen en condiciones tan precarias. Que el gobierno les brinde todas las posibilidades de salud, educación, trabajo y vivienda. Es posible también que empresarios del cine y de las editoriales que quieran lucrarse de esta increíble historia de supervivencia, en unos años le ofrezcan considerables sumas de dinero para llevarla a las pantallas y a los libros.
Este hecho debe servir a aquellos seres humanos que han perdido toda esperanza y no ven otra salida diferente al suicidio. Deben recordar esta frase célebre de Miguel de Unamuno. “Jamás desesperes aun estando en las mas sombrías aflicciones, pues de las nubes más negras cae agua limpia y fecundante”