Por: Roberto Estefan Chehab
Nos dejamos atrapar en una telaraña muy intrincada de la que pareciera ser difícil liberarnos. Desde hace unos años se fue entretejiendo una maliciosa forma de manejar aspectos importantes de la política hasta desdibujar por completo lo fundamental imponiéndose la filosofía de lo mañoso y oscuro. No concibo por qué las personas, siendo seres inteligentes, se van matriculando a ciegas en temas que no entienden, pues no los han estudiado a conciencia y rápidamente cambian su comportamiento y la cimentación de sus ideales, solo porque un grupo dispuesto para desinformar logró embaucarlos narrándoles el mal cuento, lleno de argucias y pseudo argumentos que, vistos a vuelo de pájaro conmueven las almas de personas inermes que apenas están abriendo los ojos al mundo. Es real: la mayoría de los jóvenes en edades pre y adolescentes, que están en pleno duelo de una infancia y enfrentados al reto de ir transformándose en adultos son, “carne perfecta de cañón” para un lavado cerebral, cuando tienen que exponerse a individuos que conocen bien su tarea azuzadora. Que yo recuerde, la inmensa mayoría de los jóvenes a través de la historia se conmueven mucho con las diferencias y la injusticia social y sueñan con ser parte, ojalá activa, de la construcción de un mundo mejor. El asunto es que muchos adultos los engañan con mentiras y contaminan sus corazones con gotas de odio que se esparcen rápidamente: así, hasta ahí llegó la esperanza de algo mejor y se instala el fanatismo. Eso es una forma de violación al no respetar su inexperiencia, sus sana ignorancia de la historia y su potencial, aún no desarrollado adecuadamente, para ejercitar una forma de pensar objetiva y autónoma. A cualquiera que le muestren el hambre, si tiene una pizca de sentimientos y empatía, le tiene que conmover mucho. A cualquiera que sufra la pobreza, al venderle una esperanza para salir de la pesadilla le debe parecer, al menos, interesante; el real problema estriba en que generalmente esos “lava cerebros” van detrás de adeptos que los impulsen a tomarse el poder para adueñarse del país y una vez logrado, ya es otra historia: la corrupción no cesa, se incrementa, la producción se acaba, las libertades se pierden y la promesa de una vida mejor se diluye hasta desaparecer para siempre. La telaraña va creciendo y atrapando a miles de personas que solo piensan a través del sufrimiento y la rabia o tal vez del deseo de revancha y la ilusión de “ahora nos toca a nosotros”, dividiendo al país entre los que tienen algo y los que tienen poco o incluso nada, pero explicándolo de una manera malvada e irresponsable. Lo que se debe odiar es a la corrupción, al engaño y al cinismo y de eso hay en todas las colectividades. Lo que se debe hacer es estudiar la historia, con responsable y autentico interés por entender, de tal forma que lo que mueva sea buscar unirnos todos en pos de Colombia y no odiarnos unos a otros porque cada uno intenta que se le acepten sus motivaciones como la única verdad. Resulta que ni el socialismo es malo, ni la derecha es mala. Resulta que la pelea colombiana se centra en venganzas, en rabia, en ganas de acabar con quien los combatió cuando dejaron de ser buenos izquierdistas y pasaron a ser malos narcotraficantes, secuestradores, violadores y asesinos. Es clarísimo que lo que nos ha hecho tanto mal es la campaña de odio, los “influencers” pagados para desacreditar y sociópatas comprando falsos testigos y un pueblo aún ignorante, que repite y juzga y asegura sin entender lo que pasa. Las ideas buenas se ahogan antes de salir a la superficie y mientras tanto se sigue viviendo en medio de un caos sin autoridad, sin justicia, sin seguridad. La constitución del 91 fue manipulada y amañada por intereses oscuros, los mismos que hasta hoy siguen aprovechándose de ella para acabar con la república democrática que tenemos. La democracia no tiene nombre propio, es un gran valor y hay que defendedera. Ojo con el 2022. [email protected]