domingo 18 May 2025
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Hablemos de amar (III)

5 mayo 2023 3:20 am
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Roberto Estefan Chehab                          

Entendiendo que solo se puede dar lo que se tiene queda clara la importancia de construir, cuidar y alimentar al propio espíritu, intentando revisar la injerencia que las vicisitudes, del diario compartir, van mudando en nuevas percepciones, sensaciones y cambios. La vida es un movimiento permanente y aunque se tienen cimientos, la estructura no cesa de moverse. No hay manera de impedir que las cosas varíen con circunstancias, decisiones, ilusiones, frustraciones, logros. Si es cierto que nada es para siempre, eso no significa una condena a perder. El cambio mejora o deteriora: “siempre” no existe aun cuando la relación siga siendo con los mismos sujetos. El romance de ayer pasó ayer: no fue para siempre y sin embargo consigue continuar erigiéndose en un nivel distinto, sin cambiar de sujeto: en ese punto es menester entender que siempre hay un amanecer donde se perder fuerza (por la monotonía, por ejemplo) o se estimulan retos innovadores de tal manera que se mantenga la llama que lo alimenta. Algo interesante es la capacidad de cambio, la tolerancia a las incomodidades que pueden traer los ajustes y, por ende, no tener miedo a lo nuevo. Lo que algunos llaman “zona de confort” es nada más ni nada menos que una situación ambivalente puesto que “anestesia” la fuerza, la motivación y la disposición para avanzar, moverse, modificar y proyectarse, A la larga termina en un “dis-confort” al tener que aceptar que esa actitud terminó por minar la posibilidad de crecer, arriesgar, avanzar. Esas cosas atentan contra la autoestima: si bien hubo un momento en el que se inició un camino con una buena percepción de sí mismo también vale aceptar que, en algún momento, se dejó de proceder con el ímpetu y la constancia; se minó  el compromiso y se permitió el paso de la procrastinación, el aplazamiento y el  impulso para continuar moviéndose: así, lo que fue satisfactorio, en un momento dado, va disminuyendo de nivel liberando una sensación desagradable que podríamos catalogar como “ansiedad”, inicialmente, con el riesgo de lesionar la autoestima y seguidamente atentar contra lo que hasta ahí se había logrado (frecuente también en la vida de pareja). Entonces vale la pena reflexionar acerca de las razones por las que se deterioran las relaciones corriendo el riesgo de fracasar. “toda escoba nueva barre bien” reza el refrán y para que siga haciéndolo hay que darle mantenimiento; “afilar la sierra” como dice Covey. No es preciso desechar, lo importante es innovar y estar pendiente cada día de uno mismo, de la propia intimidad, del comportamiento, de la generosidad y responsabilidad con que se enfrenta cada reto. Es probable que actuando así ese “nada es para siempre” signifique “porque siempre se puede mejorar”. Entonces el dialogo, la comunicación, la negociación y la posibilidad de ir ajustando a medida que las circunstancias van moviéndose pueden hacer que las cosas permanezcan ajustadas a la nueva realidad (la salud, los cambios de roles, de trabajo, de edad, de condición económica…) que no es razón para abandonar y huir: eso no es amor. No busque en otros seres la solución a sus propios vacíos, no confunda amor con permisividad, con culpa, con interés. No pretenda ser dueño de la vida de nadie. la maravilla del amor se liga al respeto, la consideración, la independencia y la confianza: los hijos deben volar, la pareja debe realizarse, las personas deben tener autonomía, de tal manera que se está porque se desea, se comparte porque “nace”, se lucha porque se valora y se sacrifica porque no se puede tener egoístamente todo. “La nobleza obliga” y el egoísmo aleja. De hoy en adelante recuerde agradecer, valorar, animar y moverse. Recuerde mirarse al espejo y decirse a sí mismo “yo me amo” y creerlo, practicarlo, vivirlo: y uno no se ama si está dañando a otros. Cuídese, cambie constantemente, crezca, valore lo que merece ser valorado y cambie a tiempo lo que definitivamente no funciona. [email protected]             

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