Roberto Estefan Chehab
Leonardo Echeverri y Ximena Escobar, dos nombres que ya tienen un honroso sitio en las páginas de la historia de este joven departamento del Quindío, han formado un equipo con profesionalismo, compromiso y amor. Teatro Azul en cuyo espacio hemos tenido la oportunidad de encontrarnos con diversas manifestaciones del quehacer cultural, con sus obras, muchas de ellas de creación propia, la música, la poesía, la lúdica y el maravilloso aporte al despertar de la vena artística de miles de niños de nuestra tierra que han pasado por sus instalaciones pues también es una escuela, un laboratorio un espacio de investigación. Es un compromiso social que el Teatro dedica para hacer una inmersión que se traduzca en formas distintas de vivir, soñar, comunicarse y hacer patria y, no solo los niños: en su escuela cualquiera con esa alma de niño tiene la oportunidad de entrar a ese mundo maravilloso del teatro y la cultura. Me consta, pues lo he vivido de cerca, como muchos sueños de sus fundadores se han ido haciendo realidad de manera virtuosa. Sé de las inmensas afugias que no han logrado desanimar ni siquiera debilitar el empuje de su proyecto. En ocasiones con apoyo de algunas partidas presupuestales, muchas de ellas rogadas, pero también con la tenacidad y la valentía de no “venderle su alma al diablo” por conseguir recursos. Todo lo que he visto me ha llenado siempre de un profundo respeto y con él, la admiración por la integridad con la que han superado innumerables escollos. Por momentos el desprecio y la lejanía de los entes que deberían propender por la cultura del departamento han causado rabia y molestia en los que vivimos los riesgos que la desidia politiquera, el clientelismo y la mediocridad de algunos funcionarios de turno que ponen en grave riesgo la viabilidad de un proyectos, artistas y humanistas tan importantes. Me gusta la forma estoica y valiente con la que esos baches no trascendieron hasta aniquilar la paciencia y la esperanza. Creo que hoy Armenia, el Quindío y desde aquí, muchos lugares del mundo, que los han conocido, estarán de acuerdo conmigo en que los 25 años de Teatro Azul significan un ejemplo de superación constante puesta en la base de la dignidad lo cual es un valor inmenso para su quehacer: el arte y la cultura. La “Explosión de las Almas Unidas”, nombre que el maestro Vallejo dio a su obra, que es ni más ni menos la pintura que todos contemplamos en la fachada de la edificación es un mensaje claro de la vida constante, en azul, del poder y la permanencia que significa un espacio tan importante para el devenir cultural de nuestro entorno. Ya forman parte esencial de su quehacer los importantes proyectos que cada año aparecen fortalecidos: El” Festival Internacional de Artes de Armenia”, “La Programación Azulado” y la “Temporada de Teatro por la Vida”. Cada espacio de ellos con una programación, una propuesta y un desarrollo carismáticos que siempre garantizan el éxito. A través de su visión de lo que llaman Teatro Necesario, Leonardo, Ximena y su equipo nos dan una demostración de coherencia y seriedad con los planteamientos que, a través de un juicioso proceso investigativo, se alinean con temas actuales, necesarios e importantes para el mundo en que vivimos. Es una puesta en escena, un intento de humanización, reflexión y despertar a la responsabilidad como especie humana: un llamado de atención para intentar abandonar la indiferencia. Los he seguido siempre: sus giras internacionales por Europa y América. Tuve el privilegio de asistir a sus primeros pasos cuando en el año 2002 iniciaron con su primera sede, donde además era muy agradable la tertulia en su terraza que miraba al parque Aborígenes de Armenia. Con estas palabras que sin duda quedan cortas, solo deseo unirme a la alegría y el cariño por el Teatro Azul, mejor dicho, por Nuestro querido Teatro Azul. [email protected]