Roberto Estefan Chehab
No creo errar al afirmar que se necesita más espiritualidad para afrontar los inconvenientes que están causando tanto dolor en nuestra patria. ¿Quién dijo que la espiritualidad es un tema relegado exclusivamente a los pulpitos y tarimas con connotación religiosa? Craso error. Muchas veces desde esos escenarios se distorsiona y manipula a las personas, aunque obvio, es menester aceptar que los hay sanos, serenos y amorosos. Pero ¿quién no se enrola en alguna creencia devota está perdido? Yo pienso que no. los seres humanos siempre están inquietos respecto a asuntos profundos como preguntarse ¿Qué sentido tiene la vida? ¿Qué hay después de la muerte? ¿De dónde viene el universo como lo conocemos? ¿Darwin estaba equivocado? Y, en fin, tantas preguntas y tantas posibilidades de respuesta sin que nadie haya logrado jactarse con plena seguridad de tener la respuesta verdadera. No confundamos la necesidad social de tener un ordenamiento, un líder tal vez para no sentir orfandad o miedo de estar a la deriva, unas normas para lograr convivir, compartir, negociar, progresar y sin embargo no se impone que para ello sea necesario profesar una religión. La búsqueda de algo superior a todo, que generalmente se conoce con el nombre de Dios, solo prueba la limitante inmensa que siempre ha existido cuando de intentar poseer la verdad se trata y de ahí parte el abuso de muchos hombres que se inventan religiones tratando de englobarlo todo en una teoría, una comunidad, un grupo que da respuestas indiscutibles, aunque el misterio sigue presente. La familia, el ejemplo, los valores trascienden en la vida con o sin religión y en muchos casos, en los que no hay familia, también debemos dar valor a la inteligencia y la capacidad de discernir entre el bien y el mal: por eso hay tantos testimonios de personas superadas a pesar de una “supuesta” soledad. Cuando las personas se preocupan por su espiritualidad empiezan a ganar terreno en su camino: la literatura, la música, el arte, la responsabilidad respecto a su salud, a su cuerpo, el ejercicio, las habilidades comunicativas, el servicio, la lealtad, la coherencia son parte del amor por sí mismo y de eso muchos adolecen. ¿Cuántas personas hablan de amor y caridad y en la practica son seres interesados y “crueles” con los demás, pero excelentes colaboradores en sus “iglesias”? porque en la realidad vemos tergiversadas las cosas y trucados los objetivos hasta el punto de generar dependencia y esclavitud hacia otros elementos que aparentemente dan “bienestar”: el dinero como objetivo primordial, el consumo de psicoactivos, alcohol; la promiscuidad, el “amor por el poder”: conducen a una pérdida de los límites, a un cambio de rumbo que se sostiene a punta de mentiras, corrupción y maltrato tanto personal como familiar y social. La sociedad necesita educación espiritual que no aleccione, no despierte angustia y culpa, no aliene, no confunda y cuando me refiero a educar estoy poniendo en primer lugar a cada individuo, cada niño: si se enseña a respetar, si el trato es amoroso y firme, porque es necesario hacer cumplir, si no se tolera la mentira y el engaño, si se propende por un entorno agradable y solidario, si desde la cabeza misma los mensajes son limpios, todo mejorará. No estoy hablando de utopías. Hay países que le apuestan a esa formula y sin duda nos dan un ejemplo de cultura y progreso al que estamos acostumbrados a “envidiar” en vez de entender que tenemos la opción de apostarle a un cambio en la manera como iniciamos la educación de todos. Porque así, como vamos, a punta de grosería, calumnia, mediocridad y polarización no lograremos jamás ni la paz ni el progreso: esto no se trata de derecha o izquierda, la realidad es una: se trata de formar buenos seres humanos, buenas personas, buenos lideres. Así, bienvenida la religión que sea, pero primero un buen proceso espiritual. [email protected]