Diagnósticos I

22 marzo 2024 4:51 am

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Roberto Estefan Chehab

La vida y sus avatares no son susceptibles de un reduccionismo cuando la persona que acude a un médico no logra transmitir las múltiples dolencias que podrían estar aquejando a su alma. Lo digo con humildad, esa que debemos tener siempre y aún más si hemos sido bendecidos con la posibilidad de adentrarnos en una profesión como la medicina. Sin duda alguna el ser humano puede prescindir de muchas cosas, pero, no de quien acompañe sus procesos de enfermedad, la defensa de la vida y su calidad y por eso, el galeno tiene una obligación inquebrantable de prestar la mejor atención a sus pacientes.  Lo primero por aclarar es la limitación que como seres humanos es inherente al quehacer profesional: no podemos impedir que las personas mueran, no tenemos la facultad de detener un sumario patológico instaurado a partir de circunstancias tan complejas como lo son miles de procesos que nos ganan la partida. O sea, no somos dioses y, muy por el contrario, tenemos en nuestra cotidianidad un constante recordatorio de lo frágil que es la salud; la presencia constante de la amenaza de la muerte y, la angustia inexorable que se nos contagia en el día a día con el sufrimiento de nuestro prójimo, que en lenguaje del trasegar llamamos pacientes. La impotencia y la frustración siempre asoman su rostro en nuestra bella misión.  Aunque en la mayoría de los casos es muy importante llegar a una presunción diagnostica que enrute las conductas a seguir ante el reto planteado, no es menos transcendental entender que estamos abocados al riesgo de tomar el camino equivocado al imponernos la “obligación” de generar diagnósticos precipitados, muchas veces sin el suficiente conocimiento de las circunstancias tanto biológicas como emocionales (englobando en ese concepto a las manifestaciones espirituales y mentales). Muchos errores nacen entonces del afán por “atender” a un número de personas en un tiempo ínfimo tratando de encasillar en un “manual de enfermedades y sus códigos” al individuo que lleva semanas o mesas esperando una cita que será realizada en un tiempo muy precario. Vaya reto el de los profesionales de la salud. Poco tiempo, mucha angustia, gran exigencia y un sistema con buena cobertura, pero con riesgos inmensos de una calidad mediocre, precisamente por los buenos niveles de cobijo y la deficiencia tanto del número de profesionales, como también de aspectos dependientes de un sistema que clama, no por ser aniquilado sino revisado y corregido. Es muy importante que los médicos entiendan algo crucial: la actitud, el amor, en cada acto, son del resorte de sí mismo; sobre las dificultades hay aspectos a proteger: el compromiso, la seriedad de no asegurar diagnósticos sin elementos fundamentales, la empatía para entender al enfermo un como un todo. Por cumplir metas administrativas, se abandona la esencia. [email protected]

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