¿La culpa es del otro?

17 mayo 2024 3:17 am

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Roberto Estefan Chehab

Si se desea que algo progrese entre las personas, es necesario que fluya en doble vía. No es sano forzar a nadie y mucho menos manipularlo. Una relación sana no soporta esos laberintos. La atracción puede ser el primer momento y sin embargo no significa nada cuando no se procede con honestidad a entablar una comunicación clara y desprovista de sesgos que nunca serán más significativos que la realidad. Si ante el primer impulso se toma la decisión de avanzar, se debe hacer con los pies sobre la tierra sin negar contextos y mucho menos restarles la importancia que muestran. Nadie es perfecto, a Dios gracias, lo cual permite entender, dentro de la semejanza humana, los riesgos y las oportunidades. Es importante la claridad de lo que se desea a largo plazo cuando se pretende tener estabilidad puesto que los destellos del primer momento son apenas el impulso, pero no la garantía. Las personas merecen gozar de la honestidad del otro y nada más certero para ello que mostrarse tal como se es, desde el primer momento. Es frecuente intentar fabricar un modelo que se adecue a lo que el otro va mostrando desear y eso es un error pues la verdad siempre aparece llevando al traste todo lo que se camina sin sinceridad: la mentira, el engaño las componendas solo aguantan un tiempo, obviamente soportados por una cadena de más mentiras y eso finalmente conduce al desastre. Nada más diáfano que la honestidad. Muchísimas relaciones se entablan con base en un interés egoísta con la falsa creencia de lograr estabilidad: caso frecuente, el aspecto económico como motivador de amores que nunca lo serán y más bien, son el tránsito a la infidelidad y la soledad. los sentimientos sanos son el primer requisito y a partir de ahí, se puede proceder al análisis de los demás factores puesto que dan la opción para el entendimiento entre las personas. En el mundo de hoy, que es el que nos toca, se conjugan elementos diversos que deben plantearse con serenidad: los proyectos de vida a veces no se logran ajustar por más cariño que exista, eso se debe sopesar con mucha madurez para evitar renunciar a algo que supone un sacrificio unilateral, importante y que más adelante traerá el riesgo del reclamo y la frustración. El amor no siempre es tan ciego como lo dicta el famoso refrán: el amor caminado es un proceso que supone pertenencia, pero no egoísmo; entrega, pero no esclavitud, humildad, pero no humillación puesto que las condiciones deben darse en igualdad y no con dominio. Cada persona tiene sus fortalezas y debilidades y en cada relación que se construye es menester tenerlo en cuenta de tal manera que no haya duda en lo que se acepta y lo que definitivamente, por más que se desee, no es prudente ni sano ignorar. Hay que darse el tiempo para conocerse, dialogar y discutir; para comprometerse o soltar a tiempo. Cada persona finalmente responde por sí misma. [email protected]   

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