PERIODISMO: LA ÉPOCA DE LA FALSEDAD

12 febrero 2021 12:55 am

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Por James Padilla Mottoa

Se celebró el día del periodista en la fecha que corresponde, el pasado martes 9 de febrero. Digo que es la fecha que corresponde porque históricamente es la que siempre se ha acatado en Colombia por conmemorarse en la misma la aparición de la gacetilla de Manuel del Socorro Rodríguez en Santafé de Bogotá y porque la que se inventó en una pobre ley el desaparecido periodista huilense Edgar Artunduaga, sólo fue un embeleco suyo, en plan de congresista de ocasión.

Ojalá en adelante las distintas agremiaciones periodísticas del país pudieran ponerse de acuerdo para unificar una fecha destinada a exaltar a los servidores del oficio, sin importar las distintas ramas que lo constituyen.

Pero más allá de un día u otro, la celebración debe servir para algo más que los saludos protocolarios, los oficios religiosos, las medallas y los tradicionales ágapes, con sopita incluida, con los que suelen regalarnos alcaldías y gobernaciones; debe servirnos para reflexiones profundas sobre el futuro de la profesión:

Vivimos un momento en el que se plantean retos enormes para la institución del periodismo: la crisis que la afecta hoy es la más grave de cuantas ha tenido que afrontar a lo largo de los tiempos; la explosión de las redes sociales en el siglo de las más avanzadas tecnologías en la comunicación y el surgimiento de gran cantidad de espontáneos que lo único que han logrado es desvirtuar la calidad o la identidad del periodismo, son apenas la punta de un iceberg gigantesco.

Estamos sumidos en una época especial que me atrevo a llamar la época de la falsedad: periodistas falsos, falsos contenidos, medios manipulados, etc. He aquí el desafío mayor que se le plantea a esta profesión en el inmediato futuro; y también es el momento para enfrentar con valentía la tarea de decantar eficazmente esa multitud que se presenta como un colectivo periodístico que amenaza, que extorsiona sin recato y en la que solamente un cinco por ciento, si acaso, alcanza la condición de periodistas de verdad.

Estos, los de verdad, tienen la misión insoslayable de desenmascarar a tanto oportunista, vividor y embaucador que se ha camuflado en el oficio para hacer daño; es la hora de echar fuera a politiqueritos empobrecidos, técnicos de fútbol que nadie contrata y exjugadores que llegan a escamparse en las toldas que ellos mismos abominaban hace poco. Fuera los aventureros y sus cómplices, muchos, lamentablemente periodistas también, pero responsables de uno de los males mayores que agobian ahora a los auténticos exponentes del periodismo.

Palabras lindas y muchas palmaditas en el hombro en el día del periodista; sin embargo, los sacrificados periodistas necesitan más que eso: necesitan consideración y valoración de su labor, amén de las oportunidades que dignifiquen su quehacer diario, por fuera de las limitantes ignominiosas de la pauta oficial, cuando esta se fija para poner una mordaza y acallar denuncias o simplemente poner al periodista en el triste papel de genuflexos y lambericas.

No obstante, por encima de toda consideración, no hay que olvidar en fechas como estas, que el gran compromiso con la sociedad es exponer la verdad siempre, sin temores o timideces, a despecho de quienes piensan que la misión del periodista es decir o escribir lo que ellos quieren o lo que a ellos les conviene.

Por lo demás, muchas felicidades a los auténticos exponentes, hombres y mujeres, del noble oficio.

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