Por James Padilla Mottoa
Nada nuevo esto de la llamada Superliga que ha sido la gran noticia de la semana porque nació y murió en menos de 72 horas.
Los grandes clubes europeos, comandados por el inefable Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, vía Whats App, decidieron firmar un pacto para crear una competencia aparte con los doce equipos creadores del esperpento, más otros cinco que serían invitados cada año. El objetivo era el de llenar sus arcas, dejando aparte y bien lejos a los clubes pequeños y menesterosos, que también existen en esas latitudes.
El proyecto nació muerto porque en todo lo previsto por ellos, dejaron por fuera un elemento determinante como lo es el público aficionado. Y los aficionados, de inmediato, se tiraron a las calles a protestar por lo que llamaron el escupitajo al fútbol. Fueron los ingleses, a quienes siempre se les ha atribuido la invención de este deporte, los primeros en manifestarse con mucha firmeza frente a las instalaciones administrativas de los equipos de su país que firmaron ese acuerdo. Directores técnicos y jugadores también hicieron sentir sus voces de protesta y el poderoso Bayern Munich, que no hizo parte del proyecto monstruoso, también reaccionó para descalificar tamaño desatino. En consecuencia, en menos de 72 horas se desmoronó la gran idea de Florentino y sus secuaces.
Pero les contaba que no es nada nuevo: en Colombia, desde hace varios años, los dirigentes de los llamados equipos grandes, han querido crear una competencia aparte, si es que se persiste en la forma actual de repartir por igual los ingresos que se obtienen por concepto de patrocinios y derechos de televisión. Se han dado en llamar el Grupo de los 8 y han convocado reuniones preparatorias para presentarse como proyecto a la asamblea de la rectora. Allí han chocado siempre con una fortaleza inexpugnable: resulta que la mayoría en la Dimayor la constituyen los pequeños, clubes que no van a permitir que les saquen la plata del bolsillo. Es que no cabe en la mente de alguien que se pueda realizar una liga exitosa entre los mismos 8 equipos que tienen el poder. Eso carecería de interés por la repetición de partidos, con las mismas caras cada tres o seis días.
Los argumentos que soportan estos proyectos son los mismos: que son los grandes los que hacen las mayores inversiones en jugadores e infraestructura para mejorar el nivel de la competencia y que, entonces, no es justo que los beneficios se repartan por partes iguales; que muchos de esos dineros no van al mejoramiento de sus equipos si no que se quedan, cantidad de veces, en los bolsillos de dirigentes inescrupulosos.
Argumentos que pueden ser ciertos, pero que deben ser enfrentados por el ente director con una reglamentación seria en la que se obligue a todos los equipos a invertir en consecuencia, contratando jugadores de mejor nivel para darle categoría a la competencia y respuestas positivas a los patrocinadores que son, finalmente, los que están soportando el costo general del fútbol rentado.