Por James Padilla Mottoa
Repentinamente volvió a ponerse de moda el tema del estadio de atletismo de la Villa Olímpica de Armenia, asaltado hace unos días por los cacos que merodean constantemente por ese sector. Pero no sólo ha sido de comentarios por ese hecho lamentable; también por el deterioro evidente que ha venido sufriendo con el paso de los años. De ser una pista considerada de las mejores de Colombia, ha pasado a ser un retrato de escenario ruinoso que causa vergüenza.
Sin embargo, queda claro que no le podemos atribuir toda la responsabilidad a la administración municipal por su abandono. Quienes han trajinado por estos caminos del deporte y el presidente de la Liga de Atletismo, sí que lo ha hecho, saben muy bien que para este tipo de necesidades no basta con la buena intención o el interés. Son escenarios para cuyo mantenimiento se necesitan inversiones muy gruesas porque, además de materiales muy costosos, la técnica específica es un valor sustancial. Así las cosas, mantener un escenario como éste, el cual debe estar abierto al público de manera continua, absorbería cualquier presupuesto. Y eso es precisamente lo que no ha tenido el deporte de Armenia y el Quindío.
Relataba hace poco, con un poco de guasa, el director del Imdera, que a una de sus primeras reuniones con sus pares de Manizales y Pereira para tratar lo de los Juegos Nacionales 2023, hablaron de los presupuestos que cada uno de sus institutos manejaba para atender los asuntos misionales de los mismos. Sintió mucha vergüenza el nuestro cuando le preguntaron cuál era el presupuesto para el deporte de Armenia y él respondió que un poco más de 2 mil millones de pesos, mientras su colega de la Perla del Otún levantaba orgulloso la voz para decir que allí tenían 60 mil millones que no les alcazaba para sus múltiples necesidades. Una diferencia tan abismal nos libera de otro tipo de comentarios al respecto.
Es bueno que se sepa que para poder hacer escenarios o mantener otros, como es el caso del estadio de atletismo, se requiere, sí o sí, que nos den la sede de un certamen nacional o internacional. Así ha sido siempre; así empezamos y terminamos las grandes obras como el estadio Centenario, el Coliseo Cubierto del Café y todas las que hoy podemos exhibir con no disimulado orgullo.
Carlos Julio Villamil fue director del Imdera y él sabe muy bien lo que esto significa y lo que representó para estos escenarios la realización aquí de los Juegos Bolivarianos o los Centroamericanos y del Caribe para Escolares.
Que el estadio de atletismo presenta un aspecto deplorable hoy día, no hay quien lo niegue; por eso tienen que aprovechar la ocasión del certamen que viene, para repararlo. Es lo que se debe hacer y más bien guardarse comentarios sesgados que no tienen razón de ser.