Por James Padilla Motoa
Estuve tentado a hacer una colección de aquellos mensajes más sentidos que pudieron leerse el miércoles pasado con motivo del Día Internacional de la Mujer. Se florearon los caballeros en esta ocasión. Los hubo almibarados, otros muy profundos en su contenido, y los normalitos, como para salir del compromiso. Pero, en general y como tiene que ser, todos esos mensajes iban dirigidos a la exaltación de ese ser maravilloso que es la mujer, origen y razón de todos nuestros empeños.
Sin embargo, de manera paralela, las noticias y estadísticas presentadas por la prensa mundial daban cuenta de una increíble cifra de feminicidios y abusos de distinto tipo hacia la mujer. Esto es algo que no está dentro de la lógica, o por lo menos, en lo que uno puede concebir. De un lado los esfuerzos por armar frases bonitas para impresionar a las damas, y del otro el crecimiento inusitado de maltratos, abusos, violaciones y asesinatos de mujeres en todas partes, muy especialmente en estos países de América Latina.
No sé si esto ha sido así toda la vida y sólo ahora con la promoción de las llamadas redes sociales y la inmediatez de la noticia, ha podido dárseles mayor difusión y trascendencia a los llamados delitos de género.
Como sea, ya es hora de despojarnos de una hipocresía que lastima tanto como los malos tratos. Es el tiempo para que busquemos ponerle freno a las actitudes de violencia contra la mujer y cambiar o traducir nuestro verso en acciones de valoración y comprensión plenas de la enorme importancia que tienen las mujeres en todo lo que constituye nuestra vida.
Particularmente no he creído nunca en el cuento de que son genes ancestrales de un machismo galopante que a la brava hemos querido incluir en el paquete que nos entregaron en el instante de la concepción. Esto que se ha constituido en una afrenta a una sana evolución de los pueblos, es un grave problema de formación: en el hogar, en la escuela, no se están infundiendo los valores que debemos transmitir a nuestros niños para que los hombres del después, tengan una conciencia real del papel que representa la mujer en el mundo que ambicionamos. No se insiste en la necesidad del respeto absoluto que tenemos que prodigar a las mujeres con quienes debemos interactuar y darles la posición que les corresponde en el desarrollo de la sociedad.
Linda la frase "ni con el pétalo de una rosa", pero hasta la rosa la hemos vuelto añicos. Que la mujer no puede andar sola libremente, como es su derecho soberano; que generalmente no tenga las mismas oportunidades de los hombres, personales o laborales o simplemente que se siga pensando que ellas son únicamente objeto sexual, son aberraciones que ya teníamos que haber destruido hace siglos.
Ser varón de verdad requiere en el primer renglón, saber respetar y valorar a la mujer; entender claramente que ella es un beso tierno que Dios puso en nuestras almas y que, además, es principio y fin de todo.
Cuando la mujer no está, todos los ambientes son sombríos, tristes, desapacibles, entonces ¿por qué no hemos aprendido a amarlas y respetarlas como es debido?
Nada tengo en contra de los lindos mensajes que se enviaron el Día de la Mujer ni de los fragantes ramos de flores que iban y venían con tal motivo, pero por favor, seamos todos los hombres guardianes de su bienestar, que sintamos vergüenza de verdad cuando llegue la noticia que alguien ha ofendido a una mujer.