El inolvidable Gustavo Domínguez

25 agosto 2023 4:35 am

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James Padilla Mottoa

Mañana 26 de agosto es la fecha de cumpleaños del más grande narrador que tuvimos por estos contornos y de lejos, el orgullo más grande de la radio quindiana. Este sábado habría estado de celebración don Gustavo Domínguez Sánchez, una figura que se llevó la pandemia sin darse cuenta de que nos quitaba un personaje incomparable que vivía envuelto en la pasión del Deportes Quindío.

A él lo conocí cuando era perifoneador en el antiguo Jotagómez, un almacén que también desapareció en ese vértigo del Comercio comarcano. Llamábamos así a quienes hacían ese tipo de trabajos porque no era posible calificarlos como locutores, pues anunciar en los comercios se consideraba un arte menor entre quienes empuñábamos un micrófono de manera profesional.

Me buscó en La Voz de Armenia, la emisora que me trajo y me dio la posibilidad de hacerme parte de la sociedad del Quindío. Fue para pedirme una oportunidad de mostrarse en una emisora, pero yo no tenía el más mínimo poder para brindarle una mano. Así se lo manifesté y él me lo entendió. Se fue gradas abajo y no volví a verlo.

Varios años después, cuando RCN adquirió en Armenia la prestigiosa Voz del Comercio, nos sorprendió Gustavito con la chapa de narrador deportivo, posición que había sido allí de profesionales tan brillantes como Henry Pineda, Carlos Alberto Gamboa y otros de enorme trayectoria. De un momento a otro pasó a ser mi competencia en las transmisiones desde el estadio San José, cuando el Deportes Quindío era muy pobre pero muy digno. Lo acompañaba un comentarista muy inteligente pero disipado al máximo, Gustavo Jaramillo Arango. Juntos eran dinamita en las noches de bohemia en Armenia y eso se reflejaba en su trabajo profesional.

Se dio la circunstancia de mi intempestiva renuncia en La Voz de Armenia y de inmediato fui llamado por el inolvidable Álvaro Herrera Sanín, gerente local de RCN. La negociación se hizo en pocos minutos y el encargo principal era poner orden en un grupo que no era tal, sino una dupla de juerguistas y amigos de la noche. Recibí, además, la potestad de examinar a fondo la situación y determinar si ambos o uno de los dos tendría que ser despedido. Decisión difícil porque el comentarista era un señor muy capaz y Gustavito Domínguez tenía algo que era muy prometedor en la lucha radial.

Así fue como decidí hablar con los dos y plantearles las cosas de manera seria y tajante: quería luchar para convertirnos en amos absolutos de la sintonía, pero también para dejar una huella en la historia. Les agregué que creía en ellos dos para buscar esos propósitos pero que no estaba dispuesto a permitirles más desorden. Domínguez fue el más receptivo y se comprometió a trabajar sin desmayos para alcanzar el éxito que proponía. A partir de ese momento empezó a moldearse la figura cimera de la narración deportiva en el Quindío y en el occidente colombiano.

Ni yo mismo creía que pudiéramos alcanzar un éxito tan notable. Fue el comienzo de la gloria para los dos: los más altos niveles de audiencia comparados con las demás plazas del fútbol profesional, el reconocimiento de las gentes y los hombres del medio y la distinción de la misma empresa nuestra con designaciones para integrar los grupos que transmitían los más importantes certámenes nacionales e internacionales. Gustavo Domínguez ya era un hombre reconocido en las más altas esferas de la radio dorada de aquel tiempo.

Ciclismo con Arrastía Bricca, baloncesto, atletismo, fútbol de salón y todo lo que se atravesara era el escenario propicio para un hombre que tenía un don especial: su voz desgarrada y bronca, comunicaba fácilmente la emoción que estallaba en los miles y miles de aficionados que ocupaban un sitio en la tribuna o esperaban expectantes el grito de Goooool del Quindío…espectacular señoras y señores, identidad plena en la mística y la entrega de aquel mensajero de la felicidad, nacido a un lado del guadual que bordea a Barcelona, en nuestra tierra.

Recuerdo que nuestra conversación inicial le dije también que para poder triunfar teníamos que ser amigos de verdad, sin esguinces ni dobleces. Y lo fuimos compartiendo juntos en viajes y hoteles, tantos años de trabajo arduo, sin desanimarnos, caminando detrás de una ilusión; era el deseo de poder transmitirle a los quindianos una victoria de su amado equipo.  Como enamorados del Quindío íbamos en pos de un triunfo que gozábamos plenamente, pero más nos empujaba la satisfacción de llevarle a todos los escuchas, la buena nueva y la felicidad de la conquista.

Tantas cosas quisiera decirles de mi amigo, alegre y cordial que se nos fue al mundo del silencio dejando un vacío imposible de llenar. No habrá otro como él; muy buenos, modernos y lo que quieran, pero lo logrado por Gustavito, nadie podrá conseguirlo ya.

En el cielo, el domingo se levantarán más tarde porque este sábado habrá fiesta en el cumpleaños de nuestro amigo inolvidable.

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