Guillermo Salazar Jiménez
Los imaginó subiendo las piedras desde el río para construir utensilios de caza, percibió a sus antepasados indígenas construyendo las chozas y a las mujeres tejiendo vestidos y mantas. Limpió cuidadosamente el huso multicolor que encontró en el hueco del jardín de su casa hecho para sembrar un limón.
Sintío a aquellos milenarios consagrados a utilizar la coca como ritual espiritual, alimento familiar e intercambio de productos. Entre los quechuas, aymaras y chibchas la planta de coca estuvo cosida a su vida y cultura: trances ceremoniales, paliativo energético para las duras tareas, digestivo y analgésico. Con igual certeza nuestros indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta mastican la hoja de coca tostada mezclándola con cal en el poporo. Los del Amazonas tuestan la hoja de coca y con ceniza de otras plantas medicinales consumen el polvo verde llamado mambe.
Creyó que nuestros antepasados indígenas masticaban la hoja de coca para combatir el hambre, el dolor, el cansancio y la sed. Pero fueron otros personajes los que confundieron este potencial farmacológico con la cocaína. La coca es una planta con altos nutrientes y la cocaína es un alcaloide utilizado como estimulante
Al confundir coca con cocaína, nos engañaron para hacer de esta una empresa altamente rentable. Equivocadamente asumen que al erradicar la hoja de coca acabarán con la cocaína y legislan para garantizarlo. Falso, aseguró con Eduardo Galeano, porque “El mundo es una gran paradoja que gira en el universo. A este paso, de aquí a poco los propietarios del planeta prohibirán el hambre y la sed para que no falten el pan y el agua”.
Se dijo que utilizaban los medios para instruir a la mayoría de la población del mundo en hablar de coca y cocaína como dos palabras sinónimas, pero saben que se refieren a cosas incompatibles. Parodiando a Kafka sentenció que un idiota es un idiota, dos idiotas, son dos idiotas. Mil idiotas son garantía para manipular.
Leyó que, en 1961, la hoja de coca se incluyó en la lista Uno de la Convención sobre Estupefacientes de las Naciones Unidas, sin tener en cuenta que su uso hacía parte de la cultura ancestral de los indígenas. Contrariamente, los medios de comunicación estadounidenses arremetieron con una abusiva campaña para confundir irresponsablemente coca con cocaína, sin mencionar que, de los 16 componentes de esta droga, 15 son elementos adicionales, diferentes a la hoja de coca, todos legales e importados de EUA y Europa.
Concluyó que no atienden los reclamos y peticiones indígenas para utilizar la coca industrialmente y que les sirva además para procurarse ingresos, pero no, aquellos poderosos confunden con la erradicación como estrategia para inundar la economía, la banca y el comercio con la tormenta del dinero proveniente del narcotráfico.
Nuestros indígenas del área Andina luchan por su tradición milenaria, parece que leyeron a Benedetti: “No te rindas, aún estás a tiempo/ De alcanzar y comenzar de nuevo, / Aceptar tus sombras, / Enterrar tus miedos, / Liberar el lastre. Retomar el vuelo”.