Guillermo Salazar Jiménez
Soñó con ella toda la noche, pero solo recordó de su abuela que le repitió varias veces “Agua cocida sabe mal, pero alarga la vida”, entonces Juana, aquella amiga, intuyó que ella quiso explicarle, con su sabiduría ancestral, la causa principal de los desastres vividos en Colombia con los puentes que se cayeron. Expresó que las muertes y lesionados tras el derrumbe de los puentes, por falta de prevenir tales desastres, no tiene perdón en pleno siglo XXI y en un país que aspira modernizarse y crecer económicamente, disminuir las desigualdades entre el campo y la ciudad, y transitar hacia la paz.
Cierto, expresó Rusbel Caminante, porque la absoluta imprevisión, tanto de riesgos ambientales antes de construir los puentes, como después con su mantenimiento, hacen de los encargados potenciales criminales que necesitan ser castigados. Comentó que resulta inverosímil desear convertirnos en país turístico, sin vías apropiadas y puentes que conecten con seguridad las regiones del país. Asusta leer que entre el 35% y el 40% de nuestros puentes están en mal estado. Peor aún, se dice que 1.000 se encuentran en peligro y además que el 65% de las razones por tales caídas fueron por socavación, deficiencias estructurales, sobrecarga e impacto, deficiencias en la construcción y falta de mantenimiento. Todas fallas humanas.
Juana, aquella amiga, comentó que la caída de puentes cubre a toda Colombia, porque ciudades, departamentos y regiones padecieron la desdicha de quedar incomunicados el tiempo que nunca imaginaron y que fue establecido por los irresponsables que no previeron tales desastres. Leyó y anotó, como referencia, puentes caídos en Antioquia, Ataco, Bogotá, Calarcá, Casanare, Cauca, Cesar, Cereté, Chaparral, Lejanías, Maripí, Meta, Montería, Muzo, Norte de Santander, Otanche, Planadas, Rioblanco, Tolima, Quindío y Urrao. Concluyó que el caso más reciente fue la caída del puente El Alambrado que conecta el Quindío con el Valle; por lo tanto, Bogotá con el puerto de Buenaventura.
Por la caída del puente El Alambrado, inaugurado hace 25 años, Rusbel Caminante viajó vía Armenia-Quimbaya-Cartago con destino Cali. Madrugó el domingo 23 de abril pasado con el fin de prever el posible trancón al cruzar el puente Palos de Moler, tal como se lo advirtió Juana, aquella amiga, quién además le aseguró que solo encontraría carros pequeños, porque así lo determinaron los gobiernos nacional y regional. En su viaje, Rusbel Caminante recordó, a propósito de los accidentes por los puentes caídos, aquel proverbio inglés cuando afirma que “Un tropezón puede prevenir una caída”. Expresó que en un espacio corto antes y después del puente Palos de Moler, contó más de una docena de camiones, furgones y busetas que lo cruzaron, sin que ninguna autoridad estuviera presente para obligar a cumplir la Ley y organizar el paso vehicular. Concluyó que ojalá este viejo puente no sufra lo mismo de sus hermanos y que las autoridades tomen las medidas pertinentes antes que expongan las conocidas disculpas. Les recordó con el escritor francés Jules Renard: “De vez en cuando di la verdad para que te crean cuando mientes”.