Evaluación de calidad

25 junio 2023 3:22 am

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Guillermo Salazar Jiménez

No sé, creo que me fue bien. Varias preguntas eran sobre temas que nunca vimos; supongo que ni el profesor los sabía. Rusbel Caminante escuchó esta respuesta de un sobrino que participó del examen Saber Pro –Instrumento de evaluación estandarizada para la medición de las competencias de los estudiantes que van a culminar sus estudios profesionales en las universidades colombianas-. Expresó que la calidad formativa de los futuros profesionales se estandariza para un país diverso en culturas y aprendizajes, lo cual transforma la evaluación en un proceso mecánico y desigual. Por ello el examen Saber Pro tiene que adaptarse a las diferentes maneras de ver y sentir el mundo por un campesino o un joven de una barriada o de aquel otro de estrato social alto.

Juana, aquella amiga, dijo que el ICFES representa al Estado para medir, con la aplicación del examen Saber Pro, habilidades y competencias tradicionales. Opinó que generalizar la evaluación para particulares procesos de enseñar, olvida las características inherentes de cada universidad y la influencia del contexto social, económico, político y pedagógico en las diferentes maneras del aprender. Estuvo de acuerdo con el maestro Paulo Freire para cuestionar y poner en duda las competencias propuestas para un contexto que exige títulos y no saberes. Precisamente aquellas son las que el ICFES evalúa para pretender certificar que los futuros profesionales están habilitados para ser ciudadanos de aquí y del mundo. Es decir, dicha evaluación promueve el asistir a la universidad por estudiar, sin compromiso con Colombia, como si los jóvenes fueran ajenos al cambio y no tuvieran que ver con la construcción de un nuevo país.

Rusbel Caminante anotó que sería irresponsable negar el papel de varias universidades en la formación integral y en el desarrollo de la ciencia; sin embargo, consideró necesario avanzar en la construcción de nuevas maneras de evaluar la calidad formativa. Porque se hace indispensable superar el sentido del saber acumulativo, medido por una sociedad competitiva que poco exige del saber para algo, como decía Freire. En resumen, educar para la vida; es decir procurar en los estudiantes la curiosidad y la crítica, formarlos para el cambio reflexivo y respetuoso; cooperativo y solidario con el medio ambiente.

Juana, aquella amiga, dijo que pasar o reprobar el examen no es lo fundamental. Resulta indispensable que los estudiantes aprendan a saber y ser; no solo memorizar datos e información y respondan preguntas de forma mecánica para ser aprobados o desaprobados. Peor aún, para ubicar a las universidades en niveles bajos, medios o altos, determinados por fraudulentos estándares locales o internacionales. Expresó que es necesario utilizar la evaluación de calidad para apreciar también la capacidad de sujetos críticos y, con razón, concluyó con Freire que “Es en el dominio de la decisión, de la evaluación, de la libertad, de la ruptura, de la opción, donde se instaura la necesidad de la ética y se impone la responsabilidad. La ética se torna inevitable y su transgresión posible es un desvalor, jamás una virtud”.

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