LA CEPA CARRASQUILLA

21 abril 2021 10:29 pm

Compartir:

Por Álvaro Ayala Tamayo

Si usted tiene labios resecos, siente que por su garganta no baja comida, que su sistema respiratorio se agita, que su corazón bombea irregularmente hasta aparecerle taquicardia, que sufre escalofrío entre pies y cabeza, que se le recalientan las orejas como sartén chicharronero en fogón de leña, no vaya al médico. Pero asústese porque de esta no se salvará. No es el nuevo linaje de la cepa brasileña o británica. Es algo peor. Son los escalofríos y secuelas de la reforma tributaria.

No hace falta saber de economía para descubrir que Alberto Carrasquilla es un genocida financiero. Ministro de Hacienda es aquel que sabe poco o nada del bolsillo de los pobres. No mete en hornos crematorios, pero sí deja a millones de seres humanos sin oxígeno y sin futuro. Sería muy interesante que un siquiatra hiciera un perfil de semejante individuo para encontrarle el ADN del odio que destila.

El otro perfil se lo tienen que hacer en el CTI o la DIJIN. Siempre hay un regalado que se presta para hacer el trabajo sucio y en Colombia hay muchos. La reforma tributaria presentada el pasado jueves ante el Congreso será la prueba que en nuestro país hay otros Carrasquillas. Habrá insultos, gritos, histeria, al momento del debate, pero ya sabemos que es parte de la payasada de los congresistas para engañar al pueblo. Incluso, algunos simularán un soponcio para que las cámaras de los noticieros los graben y la gente crea que están indignados.

La primera suma que hizo el gobierno nacional fue contar y apuntar en el cuaderno de contratos y regalías a los legisladores que la apoyarán. La ecuación dice que entre más fuerte la crítica, más mermelada engulle el legislador. Es una batalla perdida porque del Congreso saldrá hecha ley. Quienes trabajan con el tipo en las oficinas del centro de Bogotá lo describen como un funcionario que siempre anda a las carreras y nunca sonríe. Basta ese factor para nunca confiar en él.

Los que están peor son los sindicalistas. Ya no tienen poder de convocatoria. Solo invitan a quemar buses, rayar paredes y tirarle piedra al Esmad. A eso se redujeron. Nunca tomaron en serio las dificultades de los asalariados y desempleados. Si es hora de pedir renuncias hace rato los jefes de sindicatos debieron presentarla.

Al mejor estilo comunista se perpetúan en los cargos y con carro blindado oficial se la pasan hablando más barbaridades que testigo pagado en diligencia judicial. Los que vivimos al otro lado de la ciudad también sentimos las injusticias sociales, pero no nos préstamos para atacar a los policías y los militares porque ellos también son nuestros. Desde el florero de Llorente no se había presentado una oportunidad tan grande en esta patria boba para convocar a los desempleados, subempleados y la clase media. Pero a protestar y reclamar, no a unirnos con terroristas y encapuchados con aerosoles y papas bomba. Con la cara destapada y sin incendiar estaciones de Transmilenio. Sin rayar las fachadas de las Iglesias católicas y sin romper vitrinas porque sus dueños también son víctimas. Los comerciantes bien jodidos y los integrantes de las marchas atacando sus negocios. ¡Vaya injusticia! Hacer una primavera a la colombiana, no fariana, venezolana ni cubana. Los sindicalistas y Carrasquilla son iguales, todo lo destruyen. ¿Qué causará más estragos, la pandemia o la reforma tributaria?

El Quindiano le recomienda

Anuncio intermedio contenido