Por Álvaro Ayala Tamayo
Al mejor estilo de los encopetados equipos del fútbol europeo, hace rato los políticos colombianos nos tienen trabajando para ellos en modo esclavitud. Como buenos tramposos no cometieron el error de anunciarla. Lo han hecho calladamente a través de los años y las enormes ganancias siempre se las han repartido con sus familias. Pero somos la Dimayor y si hacemos cumplir las reglas tenemos la oportunidad de obligarlos a jugar limpio o echarlos. Así como nos dividieron y enfrentaron podemos quitarles el balón, no ir a los estadios y tampoco ver la televisión. El día que eso suceda comenzarán a renunciar a su selecto grupo y los partidos serán más iguales y equitativos.
Nos ha faltado malicia y en los enfrentamientos entre indígenas y caleños todos perdimos. En medio del paro el bochornoso espectáculo solo dio oportunidad para que los aprovechados sacaran pecho y se mostraran como mediadores de buena fe, sin intereses que cobrar. Mentiras, no hay almuerzo gratis. Colombia está más diagnosticada que las cepas del coronavirus. Desde una niña de diez años hasta el presidente de la República saben lo que necesitan los ciudadanos de esta descuartizada patria. Al desempleo: trabajo; al hambre: comida y a las enfermedades: salud. Esta última hay que fortalecerla más de lo que imaginamos porque los problemas mentales por secuelas de la pandemia serán catastróficos.
Nos estamos desintegrando y eso es muy grave. Uno de los tantos peligros es la mala reputación de la fuerza pública, especialmente la Policía. En todo este merequetengue se convirtieron en protagonistas y en los créditos de la película solo figuraban como actores de reparto. El director, es decir el presidente Duque debe salirse del guion para evitar el fiasco. El libreto se desgastó. Los políticos se están lavando las manos con la policía y hablando de consensos quieren desviar la atención. La protesta no es solo contra el actual mandatario. Es la acumulación de frustraciones y desencantos contra Santos, Uribe, Pastrana, Samper, Gaviria, congresistas y toda esa recua de incompetentes y corruptos. Incluso contra Petro, pues cuando fue alcalde demostró su incapacidad para administrar. De todos ellos es la culpa y a Duque le tocó el estallido social.
Este queso se venía cuajando y desde hace rato la leche estaba vinagre. Como viejos magos con los mismos trucos, los políticos olieron el ambiente y lo dejaron pagando los platos rotos. Obviamente Duque ayudó porque nombrar a Carrasquilla ministro, es como encargar de un jardín infantil a Garavito el violador. Si el presidente Duque ayuda a la gente puede salvar los muebles. De lo contrario, le quedan quince meses que pueden ser largos… muy largos. No solo estamos al borde del colapso hospitalario, puede venir la hecatombe social. Hay malestar, hambre, desempleo, enfermedades y un deterioro incesante de la clase media. A todos estos ingredientes agrégueles una pizca de furia y encontrará el menú perfecto para una cena envenenada. Bobitos nosotros…siempre amarramos los perros con longaniza. ¡Ya estamos mirando por quién votar! Derrotemos esa Superliga y vendrán mejores partidos políticos y de fútbol. No sigamos metiendo autogoles.