Por Álvaro Ayala Tamayo
Al mejor estilo de las empresas de tecnología que antes de lanzar sus nuevos productos los filtran a un medio amigo, ya sabemos el resultado de la sentencia que emitirá la comisión interamericana, dizque de derechos humanos que visita Colombia. El paro, que, si existe, parece que va contra la clase trabajadora, rebuscadora y los empresarios que luchan por generar empleo. Los tales organizadores de los eventos vandálicos y terroristas se quedaron sin agenda porque la reforma tributaria cayó ligera.
Se pusieron a medir la profundidad del río con los dos pies y se ahogaron. Ahora están negociando asuntos que no había en el pliego de peticiones y explotó la feria de las incoherencias. Qué el gobierno dilata, acusan. Eso es normal de la contraparte para tomar respiro y desnudar las torpezas sindicales. Si con Esmad acabaron medio país, sin su fuerza Diosdado ya estaría recorriendo las calles de Bogotá escogiendo fachadas de edificios para expropiar.
¿Ahora, a qué trajeron esa Comisión Interamericana de Derechos Humanos? Cuentan los muertos de un lado sin hacer los levantamientos del otro. Eso no es justicia. Eso es un fallo predeterminado para desprestigiar el Estado colombiano y cobrar millonarias sumas por unos muertos, mientras los otros occisos quedan en la impunidad. Media verdad es una mentira completa. No se necesita ser abogado para conocer la sentencia que emitirán. RESUELVE: Se condena al Estado colombiano por el excesivo uso de la fuerza que asesinó a X, Y y Z ciudadanos. Pero callarán sobre los occisos A, B y C.
El equilibrio y la sensatez dicen que cuando nos duelan todos los muertos comenzaremos a ponernos de acuerdo y a evitarlos. Total: no hay justicia. Esto es una historia sin fin y los únicos que podemos arreglarla somos nosotros. Los jefes de los sindicatos en Colombia son igualitos a esos viejos congresistas que solamente van al Capitolio Nacional a dormir y echar barriga porque en sus casas no los soportan.
Capítulo aparte merecen los jóvenes que marchan y piden para su futuro. Los que lo hacen sin destruir son la esperanza del país. No se trata de consensos ni de diálogo. Exijan negociación. Directos a la médula del problema. Salud, educación y trabajo digno. No pidan subsidios porque los convierten en mendigos eternos. Familias en acción y esas otras modalidades son formas de esclavitud moderna. Limosneros profesionales. Eso hay que acabarlo. Se necesitan oportunidades y desarrollo para que todos progresemos. No sean ingenuos.
El Esmad, la Policía y el Ejército no son los enemigos. Los enemigos son el hambre, la falta de educación y el desempleo. Dejen de tener hijos para ser obreros mal remunerados o vendedores ambulantes. Ustedes también tienen derechos y la vía más corta es la educación. Saquen sus propios líderes que los padres de familia los apoyan con el voto. Con tenacidad y justas peticiones la juventud ha dado en el clavo, ojalá no sea para martillarlo en su propio ataúd. A propósito: ¿Qué tiene que ver la reforma a la policía y otros embelecos con una señora con tres hijos sin trabajo y sin nada para echarle a la olla? Mucho ojo con los dirigentes del paro, son especialistas en resolver problemas que no existen.