Álvaro Ayala Tamayo
El alcalde de Toronto, Canadá, John Tory, fue pillado en infidelidades contra su esposa y renunció de inmediato al cargo.
Además, pidió perdón, ofreció disculpas y explicó que la ciudad ni su familia merecían un individuo con tan bajas condiciones.
Aquí en Colombia le ponen cachos a la esposa, acosan sexualmente a la secretaria, cobran coimas por los contratos que otorgan, se van en comisiones al exterior con dineros públicos, en compañía de su novio, porque dicen que también son bisexuales y no pasa nada.
Eso es parte del paisaje de los funcionarios del país. Es más, algunos de estos pintorescos personajes ya están haciendo política para volver a sus cargos en las elecciones del próximo 29 de octubre.
Algo peor, la gente sabe, conoce sus prontuarios y vota por ellos. El tóxico matrimonio entre político corrupto y ciudadanía parece indisoluble.
Cuando nos casamos, el cura dice que es para toda la vida. Mentiras, eso también se acabó.
Lo que no finaliza es la unión incestuosa entre elector y candidato. Aunque con este ministro de justicia el incesto no es delito. Es el ritual que nos atrae a todos. Unos por acción y otros por omisión.
Hay más matrimonios por corrupción que por el resto de religiones, códigos, normas y leyes.
Según el Consejo Nacional Electoral, hay 35 partidos políticos en el país, y con tendencia al alza. Bodega desocupada, bodega alquilada para un movimiento. Si pierden no pagan arriendo porque no hubo reposición de votos, dicen.
No olvidemos que los políticos corrompieron a los narcos. Uno de los primeros ejemplos lo tenemos en el Quindío. Carlos Lehder ingresó a la política incentivado por los congresistas a cambio de financiación. Hoy vive asilado en Alemania y con la venta de sus memorias a una empresa de cine y televisión espera vivir el resto de su vida.
La sociedad contempla el bochornoso espectáculo, critica y repite. Estamos amañados viendo robar al político y no hacemos nada para evitarlo.
Los políticos nos dividieron y nos polarizaron. Caímos en su trampa y se burlan de nuestra idiotez.
Los políticos hábilmente planificaron votaciones escalonadas para esclavizarnos en las urnas, no para liberarnos.
Algún sensato dijo: traigan sus votos que elecciones sobran. Siempre roban en nombre de la democracia.
Me da la impresión que estamos abriendo el camino para la llegada de un dictador que acabe la corrupción ciudadana y se quede con toda para él solito.