Álvaro Ayala Tamayo
Casi medio mundo critica las cárceles del presidente salvadoreño, Nayib Bukele. Los ataques no paran ahí. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos, también se despacha y exige a Bukele, respeto hacia los reos. Muy curioso que un organismo internacional de justicia muestre su sesgo político de manera tan vulgar y cínica.
Según su teoría, es más grave privar de la libertad a un delincuente que asar vivas a las víctimas. Los migrantes no son reos ni delincuentes para que los tengan privados de la libertad, tal como sucede en México. Dejemos que triunfe la teoría del presidente de un país tan bello, poderoso y honorable como México. Pero metámonos entre las rejas del tal Ángel Manuel López Obrador.
Al mejor estilo del genocida Adolfo Hitler, “el charro” destapó sus hornos crematorios de Juárez para quemar vivos a 40 seres humanos que iban en tránsito a buscar el sueño americano. Los que resultaron heridos tienen heridas muy graves. No tenían pensado quedarse en México, pero cayeron en las fauces del “coyote” mayor, que de ángel no tiene nada. Todo lo contrario, es el diablo que convirtió en infierno un galpón repleto de seres humanos cuyo pecado era la pobreza.
Tenían que cruzar por México. Su incierto destino era EE. UU., y el tipo los incineró vivos. Son 40 personas quemadas por el Estado mexicano y el jefe de ese Estado es López Obrador. El genocidio fue obra del tal Ángel Manuel.
Ahora no vengan a quemar la verdad y digan que la única responsabilidad recae en los agentes que los tenían custodiados. Su policía migratoria es sádica y corrupta. Institucionalizó la coima a los migrantes como negocio ilegal para ayudarles a pasar la frontera. Por “el hueco”.
Además, violan a muchas mujeres en la Odisea hacia Texas, sin que López Obrador se preocupe por semejante crimen. Cuando la revista Semana publicó las fotos y videos de los reclusos salvadoreños en las prisiones, se calificó el hecho como violatorio de los derechos humanos. Condenados y sindicados de graves crímenes están donde la constitución y la ley ordenan.
Sabíamos que el “diablo” Manuel ha impulsado la teoría de no criminalizar el fenómeno de la migración, pero no teníamos idea que para acabar el asunto los quema vivos. Insolente. Responde que ordenó aclarar los hechos.
Ya se saben los resultados de la investigación, Ángel Manuel López Obrador: culpable. Además, el infame ordena apresar a todos los colombianos que llegan a México de turismo o negocios, sindicados del delito de sospecha. Tiene una mazmorra para encerrarlos y nadie hace nada para defenderlos.
