Mis amigos y yo siempre tuvimos en Leo a esa persona de chispa adelantada, que, como lo dice el dicho, le sacaba “pelos a una calavera”. Hoy, en honor a esa entrañable amistad que por tantos años nos unió, quiero compartir una anécdota contada por el mismo Leo, la cual estoy seguro van a disfrutar de la misma forma que todos nosotros aquel día que nos la relató, en la fuente de soda de ese Calarcá de finales de los 70´s.
Cierto día de Julio de un año que no tengo preciso, estando en Cali, vio en el diario local una publicidad que más o menos rezaba así:
Este fin de semana, aléjese de la rutina y viva un Fin de Semana inolvidable;
el Hotel Intercontinental Cali, con toda su magia lo espera; El plan incluye:
– Una cómoda habitación con cama King Size (2 mts x 2 mts; léase bien, 2mts x 2 mts)
– Baño de espumas en una tina con agua climatizada
– Una botella de vino, tabla de quesos y frutas lo esperan a su llegada
– Disfrute ilimitado de todas las áreas del hotel incluida su espaciosa piscina, como ningún otro hotel en la preciosa Sultana del Valle
– Fabuloso desayuno Buffet.
– Cocteles alrededor de la piscina
– Etc. Etc. Etc.
TODO LO ANTERIOR POR UN PRECIO ESPECIAL DE $XX.XX POR PERSONA EN ACOMODACION DOBLE.
ESTE PLAN ESTÁ VIGENTE HASTA EL 20 DE DICIEMBRE Y ESTÁ SUJETO A DISPONIBILIDAD PREVIA RESERVACIÓN.
Sin pensarlo dos veces, nuestro amigo de la anécdota hizo cálculos y llegó a la conclusión que si ahorraba 3 mil pesos de cada quincena que le pagaban por su sueldo de vendedor, en 3 meses y medio podría disfrutar del anhelado Fin de Semana Inolvidable en el Inter. Los cálculos le dieron para comienzos de octubre.
A mediados de septiembre hizo arqueo de caja y las cifras le dijeron que su proyección iba bien. Ya soñaba con su fabuloso fin de semana en la grata compañía de una amiga especial que ya le había dado el sí para acompañarlo en ese fantástico programa en el hotel soñado.
El lunes, y luego de disfrutar de un “Almuerzo Ejecutivo” en uno de los tantos restaurantes, se dirigió al hotel, reservó el anhelado plan e hizo el pago de la cuota inicial del 50%, dejando según acuerdo para pagar el resto a la llegada.
Nos cuenta Leo que desde el lunes antes de ese fin de semana le fue difícil conciliar el sueño pensando en las cosas ricas que le esperaban. Con la mira puesta en disfrutar al máximo, llamó al hotel y solicitó la posibilidad de disfrutar de un early check in el sábado y un late check out el domingo, a lo cual la chica al otro lado de la línea le respondió que si al check in, pero solo hasta las 3.00 pm el check out del domingo. El viernes, la amiga de Leo, actriz central del cuento, se le corrió del programa, argumentó estar por sus días y que por esto no podía acompañarlo. Leo de inmediato tomó una decisión: “Me voy solo, no hay vuelta atrás” alistó una pequeña maleta con dos mudas, el kit de aseo, gafas de sol y bronceador de aceite de coco, adquirido a un vendedor de Buenaventura en una de las calles de Cali (todavía no se usaba el bloqueador solar). A las 10 de la mañana tomó un taxi, llegó al hotel sintiéndose el mismo rey del mundo.
Almorzó del buffet, subió a su habitación, la consabida siesta y a eso de las 3.00 pm, estrenando pantaloneta, camisa estilo Miami Vice, gafas imitación Ray Ban y todos los demás juguetes, se apertrechó en una silla tumbona, se embadurnó de bronceador y… ¡Qué viva la vida loca!
No habían pasado ni 30 minutos cuando de reojo alcanzó a ver que en una de las mesas del bar cercano a la piscina a dos damas entradas en sus cuarentas que disfrutaban del momento. Eran unas amigas de toda la vida de su amado Calarcá, así que sin pensarlo dos veces se dijo para sí: “Esta ocasión de ostentar ante ellas no me la voy a perder ni por el diablo”. Se les acercó, saludos van y vienen, aguardiente por botellas y a rajar del pueblo. Se dieron las 7 de la noche, las damas del cuento le propusieron a Leo que siguieran la rumba en el apartamento de ellas y ya, entrados en gastos y con los tragos encima, para allá cogieron.
El final del cuento es que el pobre Leo terminó esa noche durmiendo encogido cuan largo era en un pequeño sofá del apartamento de sus amigas; ese domingo, con un guayabo de la Madona se levantó a eso de las 2 de la tarde, recordó que tenía que ir al hotel por sus cosas y hacer el respectivo check out antes de las 3.00 pm, hora límite para su consabido check out.
Tanto planear y soñar…
Hasta la próxima,