Por Iván Restrepo
Hace cosa de dos semanas un excolega residente en Madrid España, decidió contactarme para que le colaborase con una historia que tuviese que ver con una pareja en su noche de bodas; me argumentó que está escribiendo un libro sobre “Casos y Cosas de Hoteles” y pensó que yo, con todos los años que llevo en esta repetible profesión podía colaborarle con alguna historia digna de escribirse. En mis 54 años que llevo rodeado de todo lo que tiene que ver con huéspedes en situación de bodas, le pedí que me diese unos días para lograr traer a mi mente alguna que pudiese ser de interés; de tantas, decidí mandarle esta en la cual hay situaciones que bien pueden ser analizadas en compañía del primer amigo hotelero que se les presente.
Hotel Bogotá Hilton, no el de ahora, hablo del Hilton de alrededores del año 1980, ubicado en la Carrera 7ª. con Calle 32; a eso de las 11.30 pm, de un sábado cualquiera, alcancé a ver que de un Renault 4 se bajaba una pareja joven, el hombre tomó en su mano una pequeña maleta de la época, la mujer se bajó con un neceser de esos cuadrados que les daban a todas las chicas al cumplir sus 15 años -lo digo con conocimiento de causa pues antes de mí, hubo en mi casa 4 mujeres- hicieron su entrada cual pareja real al lobby del hotel, y pude notar los rostros de agradable sorpresa a pesar de notar en ambos cierto asomo de timidez, la chica se colgaba del brazo de su recién marido, quien de una vez se concentró en diligenciar la TRH (Tarjeta de Registro Hotelero), contándome en un español con acento francés que estaban de noche de bodas y que este “Plan Noche de Bodas a la Manera del Hilton” era el regalo de sus compañeros de universidad pues ambos eran estudiantes de medicina en la Universidad Nacional de Bogotá. Ella, de un pueblo de los llanos y el de Port Au Prince Haití, se habían conocido justo al comienzo de la carrera hacía cosa de unos tres años.
Como es lo recomendado, para estos casos especiales en donde el tiempo de espera no puede alargarse, el proceso de check in (la hora que marcó el reloj: 11.35 pm), se llevó a cabo con la mayor celeridad por aquello de lo que ambos añoraban; les di las buenas noches y les auguré mis mejores deseos y de inmediato, el botones de turno los dirigió a la habitación nupcial, incluida en el plan, con una botella de vino y rosas rojas de pasión.
Terminé mi jornada como Gerente Nocturno a eso de las 7.30 am del día siguiente, domingo. La noche del domingo, justo a mi llegada al turno, a las 11 de la noche, se presentaron en la Recepción los recién esposados, pidiéndome la cuenta de los cargos extras, pues el plan ya había sido pagado en su totalidad; como lo mencioné antes, regalo de sus compañeros de U.
Les expliqué a ambos que en los hoteles, la hora de check out suele estar alrededor de las 12 del día, por lo que a estas horas 11.00 pm , ya era procedente cobrarles una noche adicional; el semblante del esposo cambió a un tono “pálido nervioso” y entre argumentos van y argumentos vienen me confesó que en su bolsillo solo tenia justo lo del taxi para regresar a su apartamento de las residencias estudiantiles Antonio Nariño de Bogotá y que él estaba convencido que por haber llagado el día anterior a las 11.35 pm, podía disfrutar de su flamante habitación en el Hilton por lo menos las 24 horas del día calendario.
Ante esta historia tan conmovedora no tuve más remedio que dejarles ir sin el cobro de la noche adicional.
En mi conciencia queda haber sido parte de una grata noche para una pareja necesitada del confort y alegría que proporcionan los hoteles cómodos y bonitos. A su vez, abrigo la esperanza de ver esta historia publicada en el libro de mi colega hotelero.
Hasta la próxima,