Iván Restrepo
El grueso de las islas del Caribe, incluidas San Andrés y Providencia, viven del turismo y por tal razón cualquier insuceso que afecte cualquier eslabón de su cadena de producción conlleva enormes consecuencias para los residentes, quienes son quienes al final vienen a pagar las consecuencias. Triste pero cruda esta realidad.
Siento enorme preocupación cuando escucho el enorme bajón que han tenido que soportar para estos días de la semana mayor, máxime cuando no hace mucho vivieron la tragedia del Huracán; solo me queda esperar que esta situación de los vuelos se normalice de forma tal que nuestro querido archipiélago, cual ave Fénix, levante el vuelo y retome su posición de privilegio en el ámbito del turismo nacional e internacional. Algo que nunca he entendido es porqué San Andrés y Providencia no tienen frecuencias de vuelos directos de emisores naturales de corrientes turísticas como lo pueden ser los países de Centro América, ubicados a menos de una hora de vuelo. Me suena a que, en alguna parte, hay operando un proteccionismo hacia una o unas líneas aéreas nacionales, y vaya usted a pensar que más puede haber por ahí que no sabemos ni usted ni yo.
Tengo la fortuna de conocer y haber tenido que ver con mas de un puñado de islas del Caribe y, según mi apreciación, pocas ostentan la belleza de Providencia. Lamentablemente y según me comentaban algunos raizales, todo el movimiento de turismo hacia esta isla debe primero que pasar por la Isla Grande, es decir, por San Andrés. Este es un destino que bien podría ubicarse en el inventario de los destinos turísticos para los ricos y famosos, los bien llamados en el argot turístico, “Jet Setter Retreats” a donde suele llegarse en muchas ocasiones en vuelos privados y en yates de muy alta gama, en donde bien podría desarrollarse una industria hotelera de primer orden. Sueño con poder ver este, uno de mis sueños, cristalizado.
Vamos a lo nuestro, es decir, a lo de acá del Quindío. Al igual que las islas, nuestro departamento ha sido azotado por otros insucesos altamente conocidos y que han sido tema de noticias durante toda esta semana: la merma expresada en porcentaje de ocupación habla de entre un 25 y un 35% menos que la Semana Santa 2022. Si ustedes me preguntan que es lo que mas ha podido afectarnos les diré que definitivamente son las noticias con sabor a fruta madura, o sea la alerta naranja que persiste en todos los medios formales e informales.
El mas afectado a sido el sector del alojamiento. Al contrario de los parques temáticos, que al parecer vieron agotadas sus entradas, ¿a qué se debe esto? Una simple y sencilla razón que debería dar pie para generar un debate entre nuestros “sabios” dirigentes: ¿somos destino de turistas o de visitantes? Si nos atenemos a las definiciones que rezan que turista es aquel que pernocta mínimo una noche en el destino y visitante aquel que viene al destino y se queda durante el día, me atrevo a pensar que este es un destino de visitantes que tienen la fortuna de poder disfrutar de nuestros atractivos ubicados a menos de 3 horas de sus lugares habituales de residencia. Desde una visión de marketing, no es fácil, aunque no imposible convivir con estos dos tipos de mercado.
El 80%, y de pronto más, son visitantes cuyo patrón de consumo en nuestro destino es una entrada a algunas de las atracciones, con un bajo porcentaje de consumo en restaurantes (una gran mayoría que se traen más bien el fiambre, se sitúan a la vera del camino y para cerrar, dejan la basura y desperdicios en el área de su improvisado picnic). Invito a las autoridades a hacer un análisis detallado y van a ver cómo de pronto el ejercicio puede ser negativo; y ni hablar de las tarifitas que cobran algunos hoteles.
Si no cambiamos la percepción de destino de bajo costo que tienen de nosotros, mejor apague y vámonos.
Hasta la próxima,