Por Rafael Nieto Loaiza
No hay duda de que el Covid19 es muy agresivo con los adultos mayores y, en cambio, es mucho más benévolo en jóvenes y niños. Miremos los números. De los 182.140 contagios confirmados al viernes pasado, el 7.9% eran adultos entre los 60 y 69 años y el 6,9%, eran mayores de 70. Sin embargo, de los 6.288 fallecidos que se atribuyen al virus, el 18,3% tenían entre 60 y 69 años,y el 50,1%, tenían más de 70. Es decir, aunque los contagiados mayores de 60 son solo el 14,8% de los confirmados, acumulan casi el 69% de los muertos.
Sin embargo, con el propósito de evitar que niños y jóvenes contagien a los mayores, el Gobierno suspendió las clases presenciales y no hay fecha de regreso. Como consecuencia, el sistema educativo tuvo como única alternativa acudir a tecnologías de información y comunicación (tics) remotas para intentar paliar que niños y jóvenes no vayan a las escuelas y universidades. Es lo que se ha denominado "educación virtual".
El término es equívoco. Una cosa es educar y otra muy distinta es instruir. La instrucción se limita a procurar la transmisión de conocimientos y la adquisición de competencias cognitivas. La educación, en cambio, busca formar el “ser”, entregar herramientas para el desarrollo de personas dignas e íntegras. Para educar no basta, por tanto, con desarrollar la inteligencia y el saber, sino que es necesario formar personas emocionalmente equilibradas, independientes, cultas, con valores, responsables. Y por ello capaces de contribuir a las sociedades en las que viven. La instrucción escolariza, la educación humaniza.
El uso de tics remotas puede contribuir a instruir, pero difícilmente puede reemplazar la actividad presencial que se necesita para educar.
Por eso, entre otras razones, los resultados e impactos de la educación virtual son muy distintos para preescolares, educación básica y media, y terciaria. Las universidades, incluyendo aquellas que no tenía cursos virtuales o tenían muy pocos, se volcaron a ofrecer alternativas a distancia, con mejores o no tan buenos resultados. Algunas simplemente se limitaron a impartir las típicas clases magistrales de manera remota, sin aprovechar las ventajas que pueden obtenerse con los llamados objetos virtuales de aprendizaje. Más complicado la tienen los institutos de formación técnica porque muchos de ellos necesitan del ejercicio práctico para la transmisión adecuada del conocimiento. Pero todos, universidades e institutos técnicos y tecnológicos cuentan con la ventaja de que ellos no tienen educar, en el sentido más pleno, como su fin primordial.
Ese en en cambio, o debiera ser, el objetivo fundamental de los sistemas de preescolar, básica y media. En estos niveles el proceso educativo no puede limitarse a la adquisición de saberes y de competencias cognitivas. En ellos, la construcción de capacidades emocionales y el aprendizaje de valores son las claves. Y para eso es indispensable la convivencia, el intercambio con los compañeros, familias, maestros y personal administrativo, el juego, la vida en comunidad. Solo así, además, es posible aprender a autocontrolarse y comunicarse asertivamente, a colaborar y trabajar en equipo, a deliberar y tomar decisiones, a construir reglas y respetarlas, a reconocer la diversidad y participar en los procesos democráticos.
Sí, el desarrollo y el uso de tics y su uso remoto permiten paliar en algo los problemas que se ocasionan por la prohibición de las actividades presenciales en colegios y universidades. Además, si se tuvieran y se usaran adecuadamente, si se aprovechara todo su potencial, las nuevas tecnologías serían muy útiles para hacer más efectivos los procesos de instrucción. Y no solo en esta coyuntura.
Pero no los tenemos y, cuando los hay, los maestros, en su inmensa mayoría, no están capacitados para hacer uso de ellos. Para rematar, solo el 53% de los hogares en Colombia tiene conexión a internet. Es decir, solo una de dos familias tiene internet y, por tanto, por lo menos la mitad está por fuera de la "educación virtual”.
Para decirlo con todas las letras: la prohibición para que niños y jóvenes vayan al colegio y la universidad solo ahonda, y de manera muy grave, la desigualdad de nuestro sistema educativo. Y profundiza su déficit de calidad.