Por Rafael Nieto Loaiza
Hace unos días me invitaron a conversar con jóvenes de distintas partes del país. Con el ánimo de entenderlos mejor y de contar con una base de información objetiva para el diálogo, me puse en la tarea de buscar datos estadísticos sobre ellos. Comparto acá algunos de ellos, muy relevantes. El grueso proviene del DANE y de Medicina Legal y es sorprendente.
Las tres cuartas partes de los jóvenes han sentido en sus casas el impacto negativo del confinamiento. Para septiembre, el 68,1% de los niños y jóvenes entre 10 y 24 años creía que la situación económica de su hogar es peor que la de hace un año. El 5.7% cree que es mucho peor.
De hecho, los jóvenes están sufriendo de manera más aguda la crisis laboral, disparada por la pandemia y el confinamiento. Su tasa de desempleo es de 25,9%, 10 puntos más que la nacional. La brecha salarial es también muy alta: los jóvenes de hasta 28 años ganan 390 mil pesos mensuales menos que quienes tienen entre 29 y 54 años. Y en ellos se agudiza la brecha de género que está presente en todos los grupos etarios: las mujeres jóvenes reciben 69 pesos por cada 100 que ganan los hombres de su edad. Para dar respuestas es indispensable, por un lado, profundizar los beneficios para los empresarios que empleen jóvenes e impulsar con aún mayor fuerza los estímulos a los emprendimientos y, por el otro, sancionar la discriminación negativa a las mujeres jóvenes.
Preocupa mucho el altísimo número de ninis, muchachos que ni estudian ni trabajan: en el 2019 eran el 22% y para el trimestre mayo a julio de este año habían subido al 33%. Acá también se refleja una aguda desigualdad de género: entre los hombres son el 23% y en las mujeres son del 42%, casi el doble. Es previsible que el porcentaje de ninis haya bajado a partir de la reapertura de la economía, pero la cifra, una tercera parte de los jóvenes, es gigantesca. La frustración de esos muchachos ha de ser enorme. En tanto que, además, el mercado laboral está profundamente resentido, es indispensable que el sistema educativo haga un esfuerzo por volver a vincular a estos muchachos. Para eso es necesario usar diversas herramientas, entre ellas condicionar el acceso a los programas de la red de asistencia social a que los hijos asistan efectivamente a la escuela, y que Fecode entienda que primero están los niños y jóvenes y después el interés sindical de sus afiliados. Hay que hacer un esfuerzo real por retener a los muchachos en el sistema educativo.
Ahora, nuestros jóvenes entre 15 y 28 años tienen un riesgo aún más grave y peligroso que la deserción escolar y acceder al empleo: la muerte violenta los ronda de manera mucho más cercana que a los demás. Su posibilidad de morir asesinados es muchísimo más alto. Si el homicidio y los fallecimientos causados por las secuelas de agresiones corresponde al 5.4% de todas las muertes, entre los jóvenes son la causa de 4 de cada 10, un 40,1%. El año pasado mataron a 565 adolescentes y 4.520 jóvenes varones y 78 adolescentes y 316 mujeres jóvenes, es decir, fueron casi la mitad de todos los asesinados, el 46,1%. Pero, ojo, el homicidio tiene una relación directa con la escolaridad. Entre más instrucción formal se tiene, menos riesgo de ser víctima. Si usted es universitario, su posibilidad de morir asesinado cae al 0,12%. El año pasado solo 14 de 11.880 asesinados tenían título universitario. En general, entre menor es el nivel de educación formal, mayor es el riesgo.
También hay que poner especial atención a la muerte por propia mano. Del total de muertes violentas, el 1.2% se atribuye a suicidios. Pero entre los jóvenes es el 8%. Acá la tarea básica es relativamente sencilla. El Ministerio de Educación debe emprender una campaña para que las universidades, los colegios y las familias hagan todos los semestres una evaluación del nivel de felicidad, infelicidad y sufrimiento de los niños y de los muchachos. La identificación temprana del grupo de riesgo es clave. A partir de ahí es posible desarrollar una campaña de prevención.
Por cierto, una campaña parecida hay que hacer para prevenir las muertes en accidentes en el transporte: matan al 15.2% de nuestro jóvenes.