Manuel Gómez Sabogal
Quise escribir sobre Calarcá y me llené de recuerdos. Vinieron a mi memoria momentos agradables, desagradables, alegres y tristes, lejanos, de mi niñez en la villa del Cacique, pero me hicieron retroceder la película.
Si mal no estoy, me voy a referir a la época entre 1955 y 1959. Estaba muy pequeño, pero recuerdo ese bello pueblo en la época. Vivíamos en la casa de la esquina, grande, de dos pisos, amarilla, con ventanas inmensas y puerta muy alta. Al frente, en casa de un piso, vivían los abuelos Manuel María Sabogal y Emilia Vásquez de Sabogal. Por la calle, en la mitad de la cuadra, en una elegante casa, Omar Barahona con Lilia y todos sus hijos. Me la pasaba de casa en casa, de visita en visita. Sin embargo, era donde Omar y Lilia donde más permanecía. Por esos lados había muchos amigos. Mi hermano Luis Eduardo era muy pequeño y Luz Helena ya estaba por nacer.
Pero, lo que siempre me llenaba de tristeza y terror era cuando me asomaba y parqueados, a pocos metros de mi casa, los jeeps llenos de muertos. La violencia era el pan diario de Calarcá, el Quindío y toda la zona. Cada día, había uno o dos jeeps. Me asomaba, miraba con detenimiento cómo, amontonados, uno sobre otro, los cuerpos de campesinos estaban ahí. Mi infancia viendo muertos que aun no olvido fue, sinceramente, triste en ocasiones, pero alegre por cuanto departía con mis primos.
Y hoy, miro hacia atrás y veo cómo la violencia no cesa, no para. Es una violencia diferente, pero no acaba.
Pero quiero dejar atrás esos recuerdos escabrosos. Hay historias llenas de violencia y se pasan en televisión, se muestran en la prensa o las emiten en radio. Hay historias de artistas o "light" llenas de artistas de la farándula.
Pero hay unas historias que tienen vida, son ejemplo y transmiten fuerza, energía y son aquellas que no se muestran, porque no tienen lo que "desean" los lectores, televidentes o quienes escuchan radio.
Desde el año pasado, cuando fue el primer encuentro familiar en Soñarte, quisimos que se repitiera la experiencia y nos dedicamos a preparar el segundo encuentro, gracias a la visita de Vilma Vásquez a comienzos de este mes de enero. Olga Lucía González con gran ánimo y dedicación, asumió como presidenta y tesorera del segundo encuentro familiar. Se dedicó a recoger la cuota solicitada, esperando que más de 80 familiares asistieran. Estarían las tías, hijos, sobrinos, nietos y muchos más. Sería como un encuentro en un Día de la Madre, pero teniendo como base el reencuentro, porque con muchos de los familiares, no nos habíamos comunicado de tiempo atrás y tampoco asistieron a la primera reunión.
Se organizó el chat para que quienes fuésemos a asistir, escribiéramos algo al respecto. Además, poner fotos de la familia, de su familia, de hijos, nietos y demás. Así como viejas fotos de recuerdo.
Y ese encuentro familiar se dio. Fue en la finca Borbona de Olma Sabogal, quien con gusto la facilitó. Hasta allí, llegamos más de 100 personas. Alegría con mezcla de sonrisas y lágrimas entre muchos de los casi desconocidos primos o hijos de las primas y primos. El palpitar de corazones deseosos de saber historias, vivencias, anécdotas. Conocer y reconocer sobrinos, y que los abuelos se sintiesen felices, alegres, porque después de muchos, muchos años, habría una reunión familiar.
La fiesta se inició con abrazos, reconocimientos, lágrimas y muchas sonrisas. "Y ¿este quién es?" "Pero no te pasan los años". "No te veía desde hace…". Preguntas iban y venían. Recuerdos que afloraron. Luego, a manteles, charla, más risas, gritos de alegría.
Llegó la despedida no sin antes pasar por una sesión musical fantástica, desfilando artistas de la familia. Pero fue una reunión donde se estrecharon lazos familiares. Una reunión donde todos los hermanos, primos, tíos, sobrinos, nietos pudimos hablar, rememorar historias, recordar anécdotas y donde reinó la alegría de la familia reunida.
Por ahora, en cada uno queda el recuerdo de haber estado nuevamente con su familia con esa familia cuyo tronco estuvo cimentado por Manuel María Sabogal y Emilia Vásquez.
Fue un día pletórico de emociones y donde se ubicaron en diferentes mesas los cercanos y lejanos, pero familiares.
Agradecimientos sinceros a Olma Sabogal, a quienes habitan la finca, a John Moreno, a su esposa Shaena Alexandra Ramírez y a su equipo de trabajo en ESJ Animaciones y eventos por la labor desarrollada a lo largo del día. Gracias a Jaime Cáceres, mi hermana Luz Helena, Juan Felipe y Viviana por la lechona obsequiada desde Ibagué, a quienes prepararon rellena, natilla y buñuelos. A la logística, a quienes colaboraron. A Olga Lucía González Sabogal.
Porque las familias son importantes, este encuentro deja un gran mensaje a todos aquellos que todavía creen en la familia como fundamento, base de la sociedad.
La Familia Sabogal se reunió y se estrecharon más los lazos entre todos. Un gran recuerdo y un día donde la algarabía, el bullicio, la música imperaron para dar paso a abrazos y momentos únicos en la vida de una familia. Todos hablamos de Calarcá y recordamos momentos increíbles en el viejo pueblo que nos vio crecer.
Que muchas familias se reencuentren, se abracen, vivan momentos de reminiscencia y muchas alegrías. ¡Qué viva la vida!