I
Censura de la revista Semana:
Con un procedimiento categórico y exclusivo de la censura, dado por la dirección de tinte fascista de ciertos órganos informativos, salió a la luz el absolutismo falaz, en el tercer mandato del “eterno presidente”: la despedida de Daniel Coronell de la revista Semana.
No nos pueden engañar. Esta bofetada al periodismo independiente y a un hombre capaz de hacerle frente al funesto manejo de la barca oxidada como es Colombia, quien desenmascara, con sus contundentes escritos, el deshonroso proceder de supuestos padres de la patria, presidentes y expresidentes del Estado, a los dueños de empresas opulentas y muchos amos más, es una arbitrariedad de grupos de extrema derecha, presuntamente de la secta del Centro Democrático, a través de la ordenanza del peligroso demente, álvaro uribe vélez (con minúscula), quien con cada columna de Daniel Coronell recibía un certero golpe, hasta hacer tambalear su ya resquebrajada fortaleza. Sí, Daniel Coronell, adalid de las publicaciones, enlaza razonamientos puntuales. Profundos. Ajenos a la parcialidad. Lanzados con vehemencia, dando cumplimiento a la ética profesional. Es uno de los rotundos y profundos politólogos, como también lo son María Jimena Duzán, Antonio Caballero, Ariel Ávila, Alfredo Molano, Ricardo Calderón, Cecilia Orozco Tascón. A la vez un emblema admirable entre los libres pensadores, alejados de lamberías a sátrapas y ostentadores del imperio.
El New York Times denunció sobre mandos mayores del Ejército, de aumentar los resultados con ejecuciones extrajudiciales, en el gobierno actual de Colombia, mientras la revista Semana guardaba total silencio, a sabiendas de ser conocedora profunda del grave hecho.
Daniel Coronell trabajó 14 años con este semanario, durante los cuales sufrió persecuciones estatales, de la mafia, amenazas de muerte, campañas de desprestigio, demandas dudosas en los juzgados penales. Se enfrentó contra ejecutores con motosierra. Tuvo el valor de publicar, el 26 de mayo de 2019, su última columna: La explicación pendiente. Donde, además de tener la gallardía de agradecerle al director y al dueño de esta prestigiosa publicación, expresa públicamente, como un acto de honestidad: “Semana privilegió la conveniencia política sobre el deber periodístico” “…es inevitable que una parte importante de los lectores de Semana se halla quedado con la sensación de que la historia fue engavetada para ayudarle al gobierno”, al mismo tiempo queda perplejo al ir en busca de tesis lógicas, donde el director de Semana responda con franqueza porqué El diario estadounidense recabó, analizó y concluyó estos documentos en siete días y a los editorialistas de la publicación colombiana no le bastaron tres meses a fin de “verificar y contrastar las denuncias”. Daniel Coronell, al no quedar satisfecho con las explicaciones en público declara: “los lectores de Semana, ustedes, tienen derecho a saber si faltó diligencia periodística, si hubo un error de criterio o si en el peor de los casos Semana privilegió su relación con el gobierno sobre su deber de informar a los ciudadanos”.
II
Daniel Coronell: humanista, sinónimo de vida en riesgo. Con criterio suficiente, al ennoblecer la palabra desde su trabajo periodístico. Daniel Coronell: defensor a ultranza de la verdad. Escudriña. Coteja. Reverbera el meollo de los hechos, hasta develar el ambiente ladino, el hedor de la corrupción, la criminalidad en esta tierra rezagada, como es Colombia.
III
Durante años, Daniel Coronell denuncia las diversas fechorías de enquistados en el mando. Inquiere a los malhechores influyentes. Olfatea el manejo tramposo del capital privado, conexo con el dinero público. Transciende la indagación. Detective de documentos dudosos, de leyes estatales concebidas con el único ánimo de favorecer a la dirigencia privilegiada, de esta comarca suramericana, transgredida en lo económico, político y social. Daniel Coronell, garante de la imparcialidad. Con aguda y fehaciente pesquisa consulta lo concerniente al abuso administrativo, lo relacionado con el ininterrumpido trasteo de dineros a ciertos inescrupulosos de la administración, para luego estos sobornables verse obligados a reembolsar el peculio, con contratos de escandalosos capitales. Todas estas artimañas las promueven multinacionales, también diferentes agrupaciones especializadas en el delito.
IV
En contraste existe el periodismo ruin. Informadores, columnistas al servicio del sistema capitalista. Los linajudos de estos medios, cómplices de estamentos acaudalados, permanecerán desinfectando las garras de sus amos. Se doblegan. La autoridad bárbara en su altar. Son frágiles bajo al sistema opresor. Se les sostiene como ventrílocuos eficaces de la falsedad, de la posverdad, del alienamiento. Se circunscriben en ideologías burguesas y luego despilfarran su arribismo a favor de dicha hegemonía. Periodistas de canchas de golf y whisky. Redoblan sumisión a manipuladores de la verdad. Estos protagonistas son vitales en la acción de catapultar individuos prontos a dirigir los destinos de una república, de un departamento, de un pueblo. Imprescindibles en el momento de darle credibilidad de honorable a un truhan, de la flor y nata de una colectividad, le propician ínfulas supremas de grandes defensores de la moral, de proceder encomiable. Sagaces al estimular falsos positivos de la información. Se vuelven expertos en evadir argumentos perentorios, del descubridor de estafas, desfalcos, sobornos o distintas artimañas al erario público. Su verbosidad no aflora a pulso, es ajetreo del lenguaje cimentado, muchas veces, con altura, sin embargo su base es un relleno de silogismos alienantes, bien encubiertos, al grado de las expresiones quedar como si fuesen legitimidades absolutas. Inducen al lector, al oyente a deslumbrarse con visos de moral embaucadora, desde el púlpito de las cadenas radiales, televisivas, periódicos, del sistema audiovisual, etc. permeada con bagaje propio del cretino. Lo perjudicial radica cuando detrás del suceso execrable, aflora el silencio encubridor o el desvío de la denuncia significativa, al fundar nuevas expectativas con un acontecimiento de farándula, un gol, la celulitis de una reina, el dolor de cabeza de alguna presentador etc. mientras los oprobios de una minoría tirana siguen su curso.
El cuarto poder al servicio del estado mafioso, de las transnacionales, de compañías demasiado ricas del país, cuyos tentáculos llegan a corromper a los administradores gubernamentales. Con facilidad se divisan articulistas, redactores, comentaristas a medias a causa de terminar siendo comodines del oficio. En numerosas ocasiones tergiversan la evidencia pestilente. No se involucran con la veracidad del acto, ni son contundentes en la pesquisa. Ante un Ardila Lulle, un Sarmiento Ángulo, Alejandro Santo Domingo, un Juan Gómez Martínez dejan las preguntas riesgosas, acerca de negociaciones de inexacto manejo, en surcadas aguas de la indiferencia, entre tanto respuestas profundas, exploradoras de artimañas acaban en la alcantarilla de la superficialidad noticiosa, obsérvese el caso reciente de Odebrecht. A tan detestable e insalubre medio de comunicación pertenecen Yamid Amat, Darío Arismendi, Claudia Gurisatti, Hasan Nassar, Salud Hernández, María Isabel rueda, Néstor morales, Vicky Dávila, Juan Lozano, entre otros. Debido a ignorancia y pereza mental de la muchedumbre calan con facilidad. La visión crítica de incontables compatriotas es nula, al punto de sentirse incapaz de ir a otras fuentes a investigar el contexto de nuestra patria execrable. Tal proceder adormece, con el agregado de ser coparticipes del auge de programas de espectáculos, sin calidad artística alguna, novelas cursis y demás eventos mediocres.
Las anteriores dilucidaciones ayudan a precisar: El periodista está obligado a ser integro. Concluyente. Intrépido. Eficaz. Incisivo. Autocrítico. Severo. Sensato. Polifacético en el conocimiento. Agudo. Perspicaz. Recursivo al involucrarse en la noticia. Portador de la veracidad. Generador de nuevas ideas. Ser vocero genuino, de la investigación sin límites. Maestro receptivo del dialogo.
V
Difíciles circunstancias. El firmamento de la libertad de expresión se avizora sombrío. No obstante, en esta patria de los usurpados, hay intelectuales sin titubeos, dispuestos de darle la cara a la legitimidad con altura. Inquebrantables al descubrir la podredumbre. Insobornables. En caminos abruptos vertebran sus reflexiones, con honestidad hacia ellos sí mismos y los lectores ávidos de deducir sus propios criterios, respecto a condiciones espantosas del diario vivir. Quedamos a la espera de la aparición de una nueva columna, en otro medio menos opresor. Felicitaciones Daniel…