CARLOS ALBERTO AGUDELO ARCILA
MILES DE PERSONAS
Hoy es día de mirar mujeres hermosas obsesionadas por su físico, de verlas desfilar, en cuadrillas, por las pasarelas. Todo es perfecto. El vino y la charla cursi hacen gala en los salones. Miles de personas tosen fuera de lo común. Una fuerza extraña inunda la periferia. Algo alerta. La araña atrapa el día que se balancea en la ventana y devora el tiempo. La araña se mece, engulle el domingo, el martes, un día cualquiera… Alguien no llega. Miles de personas se apoltronaron en sus casas junto a la fogata. Miles de personas: Luna, Luna, Luna, Luna, Luna, Luna, luna, Luna, Luna. Escampa. Miles de personas se dedican a tomar tinto. Otras miles de personas echan un vistazo hacia algún lugar, el espacio se prolonga, la tarde se enceniza. Miles de personas juegan a ser niños. Miles de personas se consagran a explotar su ira contra el mundo. Miles de personas asientan la cabeza. Todo empezó con miles de personas. Una época y otra época. Miles de personas ríen. Miles de personas duermen. Miles de personas atormentadas. Miles de personas permanecen en un recinto cerrado. Miles de personas no miran por la claraboya. Miles de personas se abstienen. Miles de persona. Miles de personas. Miles de personas. Miles de personas. Miles de personas. Miles de personas. Miles de personas a las nueve. Miles de personas escuchan. Miles de personas no oyen. Miles de personas observan. Miles de personas en la estancia. Miles de personas se desconciertan. Miles de personas se disfrazan para descansar. Miles de personas se lastiman. Lágrimas inundan la explanada. Miles de personas observan la mujer solitaria en el camino. Miles de personas se suicidan, esta noticia solo la escuchada la mujer solitaria en el camino.
ELLAS
Ellas callan. Ellas van en busca de la hoja seca. Ellas saltan. Es el momento ideal para ellas saber respecto al tiempo de las lagartijas muertas. Ellas se levantan la bata cuando traducen el siglo de las orugas. Ellas en silencio. Los gatos de ellas callan. Ellas recorren las calles con ropa blanca. Los gatos de ellas callan. Callan los gatos de ellas. El perro que surge de la neblina ladra contra ellas. Aúlla un lobo ante ellas. Ellas escuchan trinos. Trinos de ellas. Ellas ejecutan no sé qué. Se oyen sacar pañuelos. Ellas producen miedo. Ellas se esconden. Ellas trajinan alrededor de la manzana. Ellas no han nacido. Ellas copulan. Alguien solitario llora. Alguien. Alguien solitario canturrea. Alguien mira hacia ellas desde su distancia solitaria.
ESCRIBE…
-Escribe que me asesinaste, que en el fondo de tu corazón me querías. Escribe que jamás me olvidarás. Escribe que sigo siendo tuya. Escribe, mejor, que yo me suicidé, no sin antes limpiar tus huellas digitales del arma conque cometiste el peor de los crímenes: matar al ser que más se ama. Escribe que cuando entraste a nuestro aposento me viste tirada en el suelo, junto al espejo que compré para maquillarme y así disimular mi edad nonagenaria. Escribe la una de la tarde, hora aciaga en que encontraste mi cadáver y en la que tu vida se acabó porque sin mí no tenía sentido vivir. Escribe tu dolor de patria por haber cometido el homicidio en este país. Escribe la luz que guió nuestro amor. Escribe que deseas morir debido a que ya no estoy a tu lado. Escribe no sé qué, escribe, escribe, escribe, pobre de ti, escribe, escribe, escribe…
Ahora el asesino se siente libre de no tener que seguir soportando caricias, besos de aquella vieja millonaria. Ingiere una cerveza, dos, muchas, se embriaga, siente que se quitó el mayor peso de su vida. Familiares y amigos lo alientan a seguir adelante, mientras en el fondo de su ser una carcajada cómplice le ayuda a conducir el féretro.
-Escribe guarda bien el diario. Escribe, mi niño que apenas ayer jueves cumpliste 18 años. Escribe que no estás maduro para manejar mi fortuna. Escribe que yo me había anticipado a tus malvadas pretensiones y que por lo tanto me apresuré a donar mis riquezas a una beneficencia pública. Escribe, mi amor eterno, que “no tienes dónde caerse muerto”.
DICE EL ESCRITOR
En la página 1176, del libro Acontecimientos insólitos, en el catorceavo renglón, hay un punto y coma solitario que termina siendo un declive, en esta parte un personaje malevo espera para obligar al lector a deslizarse hasta llegar a la región de nunca retorno. Allí se vive lo asombroso como un suceso más, dice el escritor.
LAS TRES QUE…
Desde meses atrás las tres viven sentadas, en una misma posición, en el fondo del corredor sombrío. Por calles vacías de la ciudad una voz de optimismo exclama: Ayer fueron 1.000.001 muertos, hoy solo se registran 1.000.000 de fallecidos. Dios es misericordioso, exclamaron al unísono las tres que…