QUINCE SEGUNDOS DE SILENCIO CON TRISTAN TZARA*

27 febrero 2022 9:53 pm

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Carlos Alberto Agudelo Arcila

Durante quince segundos Tristan Tzara permanece en silencio los humanos del mundo lo observan de soslayo. El silencio se contagia. El eslabón perdido del silencio se agua en el surrealismo. Quince segundos de  extravío para luego irse por el desagüe del cerebro. El Dadaísmo revolotea sobre Tzara. El silencio abastece los sentidos del poeta. Dadaísmo elevado a la séptima potencia del no sé qué. Un pájaro vuela tras su propio trino. Él  va en silencio Donde beben los lobos. El hombre aproximado levanta el mito moderno del lenguaje hace la revolución estética del verbo desde su silencio. El viento arrastra la hoja seca el crepitar queda bajo sombras de pasos transeúntes. El silencio enarbola millares de flores marchitas la savia inocula el siglo. Una manada de leones huye de un venado furioso. Un venado furioso persigue una manada de leones. Los leones escapan hasta esconder sus  rugidos bajo el pedregal. Un número cabalístico de moscas sobrenada en una gota de leche el silencio agita sus alas a la par con el guarismo. Silencio en bocas de “esta agua no has de beber”. Pasan ciento treinta y seis mil cuatrocientos siete gatos y medio negros en silencio. Ladridos en los andenes callan mientras observan el transitar felino. Tristan Tzara introduce su mirada en el núcleo del silencio lo roza con sus últimas entrañas surreales. El silencio evacua el tiempo de los beodos en cada taberna del orbe. El cabaret Voltaire abre sus puertas al silencio. Nadie introduce su ego en la palabra.  El vocablo se distancia. El silencio se torna en plegaria. Silencio de “los dientes hambrientos del ojo cubiertos de hollín de seda abiertos a la lluvia todo el año el agua desnuda oscurece el sudor de la frente de la noche el ojo encerrado en un triángulo el triángulo sostiene otro triángulo el ojo a velocidad reducida mastica fragmentos de sueño mastica dientes de sol dientes cargados de sueño” SÍ Tzara silencio del triángulo. Silencio triangular con “dientes de sol” del masticar cuando está cargado de sueño. El silencio bruñe cada campana del planeta tierra. La sombra del vagabundo se adentra en la sombra del hombre locuaz de pronto el silencio impera en el hemisferio. Bocas de sombras fluyen aquí allá en un silencio nunca antes visto. Silencio genuino. Uno más uno igual a seis silencios. Volteo la página donde observo el eco del silencio. Blanco sobre blanco. El día y las tinieblas y algo más idean puntuaciones exactas al silencio jamás escrito. Silencio dadá con treinta y cinco kilos y cinco minutos a la inversa de sí mismo. El silencio se inclina sobre el pie derecho. El silencio se inclina sobre el pie izquierdo. El peso se inclina sobre el eje del cuerpo penetra la penumbra de la voz. El equilibrio es perfecto. Silencio de los siete mares. El silencio  impregna el  catorceavo rocío de la selva. Llega desde la espiga el silencio de los dioses. La niña pintada en la bata ora en silencio de pronto se eleva hasta alcanzar el pináculo del gris en el firmamento la bata queda del tinte del pensamiento puro. El verde chispea colores de cada silencio en problemas. No acontece el invierno en la undécima partícula de polvo entre tanto  la multitud ama el tiempo un anciano se protege con su sombrilla del silencio. El cambio está por darse. La dicción acecha la superficie sólida donde se posan once gotas de tempestad. Permanecen en alerta son ellos pronto darán el zarpazo a través de la primera palabra. Pronto va a reinaugurarse el lenguaje después de haberse concertado el silencio en los últimos quince segundos de nuestra existencia con Tristan Tzara. Siete mil millones de seres humanos y una pareja de animales de cada especie se concentran en el punto de la i para escuchar decir finaliza el silencio no sin antes guardar un minuto de silencio en homenaje al desaparecido silencio. Empieza la algarabía lógicas del idioma primigenio se destrozan por sí solas la multitud corre sin rumbo el aquí y ahora expande ecos de diversos matices gritos sin fin de voces inquietas. De improviso el último silencio encarna para siempre quince segundos con Tristan Tzara.

 

*Capítulo de la novela surrealista Martes de nunca llegar

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