A propósito de la paz

26 octubre 2017 11:46 am

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Cuando se le pregunta a la gente qué entiende por paz, afloran todo tipo de respuestas y afirmaciones al respecto, lo cual hace pensar en el desconocimiento del significado de esta palabra, su uso polisémico, como también, en la incertidumbre que se vive cuando se la busca o invoca; algunas expresiones ilustran la aseveración anterior: "paz es cuando no pasa nada", "cuando hay seguridad", "armonía interna", "quietud", "un asombro", "cuando hay tranquilidad en la casa", "cuando no tengo deudas", "cuando estoy aliviado", "cuando no me falta nada", "cuando uno duerme bien", "cuando finalice la guerra", "cuando haya justicia", "una patria sin violencia", "cuando todos tengan tierra", "cuando no me quitan el contrato", "cuando finalicen los conflictos armados"; algo tienen en común las anteriores frases y es que apuntan a un futuro, a un sueño, a un deber ser, a una mejora de vida, a algo que no se ha logrado y por lo que se debe luchar, pero aflora, también, la negación o supresión del conflicto, a pesar de ser algo connatural y cultural; esto no es raro en un país en donde se le ha hecho más propaganda a la guerra que a la paz, siendo aquélla el arma expedita para conseguir la segunda; tan acostumbrada está nuestra sociedad a la guerra que la paz se ve como algo antinatural e imposible de lograr o como aquello que no nos merecemos.

Como dice Beccassino (2015), "si la mayoría no sabe en concreto de qué habla cuando habla de paz, acaba ocurriendo que no hay dos que la imaginen igual", y esta confusión fue aprovechada por el Centro Democrático, liderado por el opositor, Alvaro Uribe y sus aliados políticos, para diseñar la campaña que precedió al plebiscito, ese mecanismo para asegurar los Acuerdos de Paz que negociaron el Gobierno y las FARC, el 26 de septiembre en La Habana; el NO se impuso en la jornada electoral del 2 de octubre de 2016 con la tasa de abstención más alta en las últimas décadas (63%), quedando el país en un verdadero limbo jurídico, el cual fue resuelto, gracias a la renegociación que tuvo en cuenta la mayor parte de las objeciones de la oposición, a la firma de un nuevo Acuerdo el 24 de noviembre, el cual fue ratificado por el Senado y la Cámara de Representantes el 29 y 30 de noviembre del mismo año; desde este momento el país se ha polarizado ostensiblemente y ha puesto en peligro la gobernabilidad.

Los electores de ese momento, seguidores del NO, olvidaron que la guerra sólo engendra sufrimientos, sacrificios, muerte y que lo mejor que puede ocurrir es que se acabe; además, que esa paz tan anhelada es multidimensional y dependiente de muchos factores, pero, por otro lado, que es indispensable hacer pedagogía al respecto si queremos que los ingenuos no se conviertan en carne de cañón de aquéllos que han convertido la paz en una mercancía politiquera o en un simple instrumento para impedir avances significativos cuando de construir futuro se trata.

Pero todo no para allí; frente a los próximos comicios, el 27 de mayo de 2018 y, cuya campaña se inició el 13 de julio de 2017, algunos promotores de la negación del Acuerdo ya han abonado terreno para acentuar la polarización y sacar beneficios de ella; Alvaro Uribe Vélez ha oficializado una coalición entre los sectores que promovieron el 'No' en el plebiscito, secundado por Andrés Pastrana; su objetivo es ganar, en primera vuelta, las elecciones presidenciales de 2018; según ellos, "El Centro Democrático, las bases conservadoras, independientes, jóvenes, víctimas, laicos y cristianos, líderes comunitarios, académicos, empresarios y otros sectores sociales harán parte de la gran alianza que busca recuperar el rumbo del país en el 2018".

De igual manera, el exprocurador Alejandro Ordóñez, otro de los enemigos del Acuerdo e impulsor del NO al plebiscito, oficializó su candidatura presidencial independiente, con David Name Orozco (pastor cristiano) como su fórmula vicepresidencial. Para Ordóñez, político y lefebrista radical, hay una deuda pendiente que tiene que ver con los Acuerdos de La Habana; espera el apoyo de pastores cristianos y evangélicos que le dieron la victoria al NO en el plebiscito.

Todo lo anterior lo resume Saumeth (2012), así: "…la conciencia colombiana, parece, no sólo haberse acostumbrado a las consecuencias de su propia intolerancia, sino que ha producido corrientes ideológicas que se muestran reacias a cualquier negociación con las organizaciones insurgentes, asumiendo posiciones radicales dirigidas a cuestionar todo intento estatal encaminado en este sentido"; así, el conflicto se ha anquilosado en las vísceras de la sociedad colombiana, para la cual, la paz significa, definitivamente, victoria o derrota; muestras de ello son las campañas de adiestramiento enunciadas anteriormente.

Los Acuerdos de La Habana no constituyen el logro de la paz en Colombia; sin embargo, cambian radicalmente el "clima" de vida de los colombianos y disminuyen ostensiblemente la violencia directa en nuestro suelo; son, por así decirlo, la cuota inicial de un futuro distinto; por ejemplo, la ONU ha oficializado la entrega de armas por parte de las FARC, lo que significa su desaparición como guerrilla u organización armada y su transformación en un partido político (Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común); esto era un sueño diario de los colombianos y llena de optimismo a toda la sociedad.

No obstante, es bueno plantear interrogantes como los siguientes: estamos preparados para apostar por la paz? Podremos darle continuidad a este proceso? Seremos sensatos, volviendo realidad las promesas y los acuerdos? Respetaremos la vida de quienes ayer vestían de camuflado y se defendían con sus armas? Será el perdón una verdadera herramienta de reconciliación? O, como plantea el editorialista de El Tiempo: "Sabe Colombia cómo aprovechar esta oportunidad no sólo para garantizar la adecuada reinserción de los guerrilleros, sino para crear un contexto donde la insurrección armada no vuelva a presentarse?" El acontecer diario y los colombianos ya estamos dando respuestas a estos interrogantes.

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