Pensé mucho antes de escribir esta columna, pues el tema me causa dolor e indignación; un dolor que llega hasta las entrañas y una indignación que disminuye mi capacidad de pensar. Para evitar confusión, invito a los lectores a familiarizarse con el significado real de las siguientes palabras, hecho que puede confirmarse en el diccionario de la Real Academia Española:
Corrupción: viene del latín corruptio, acción y efecto de destruir o alterar globalmente; acción de dañar, sobornar o pervertir a alguien.
Jauría: conjunto de perros mandados por el mismo perrero que levantan la caza en una montería; conjunto de quienes persiguen con saña a una persona o a un grupo; conjunto de personas que se manifiestan furiosamente y con peligro.
Preocupado por esa costumbre o vicio tan generalizado me puse a indagar un poco en las páginas del libro "Breve historia de la corrupción: de la antigüedad a nuestros días" de Carlo Alberto Brioschi (Taurus Ediciones, 2010) y me encontré con afirmaciones que dejan perplejo a cualquier humano, por ejemplo, que la corrupción cabalga por muchos sitios desde la civilización mesopotámica, que políticos, gobernantes y empresarios de cualquier ralea, todos han encontrado en su camino el sutil y penetrante hedor de la corrupción. Pero, algo que casi me mata tiene que ver con la imagen y comportamiento de algunos personajes que han brillado con luz propia; aparecen como muy corruptos y sus conductas dejaron huellas imborrables; con todo el respeto que me merecían los pongo en la lista negra: Demóstenes, Pericles, Verre, Catón el censor, Escipión, Lucio Mazzarino, Napoleón, Dante, Richelieu, Judas Iscariote, Felipe II, Los Borja, Talleyrand (el campeón de la corrupción), Colbert, Churchill y Cecil Rhodes; paro aquí la lista, pues el Director del periódico puede llamarme la atención al abusar del espacio que me asigna.
Aterrizando en nuestro Honorable Congreso, invito a los lectores a que me ayuden a elaborar la lista de los deshonestos, haciendo caso omiso del partido o secta a la cual pertenecen, de su jerarquía o antigüedad e incluso, de los favores personales recibidos de ellos, pues así logran el silencio de los electores. Propongo algunas pautas para tener en cuenta: ejecutar actos que afecten la moralidad pública del Parlamento, abandonar su labor, faltar sin justificación real a las sesiones, a la comisión a la cual pertenecen, o a la plenaria; cometer plagio, desdibujar la imagen del país, pertenecer o conformar grupos paramilitares, comprar a sus electores, apoderarse de las regalías de las regiones, tener vestido de iguana (cambiar de partido cada vez que lo necesite), favorecimiento de nombramientos y de contratos, participación en peculados, saqueo y despilfarro de los dineros públicos, violación de los topes de gastos que la Ley fija para las campañas electorales, acusar congresistas o autoridades sin fundamento alguno, etc.
Como sé que muchos ciudadanos han leído el informe de Transparencia por Colombia, en donde se concluye que las tres instituciones peor clasificadas fueron el Consejo Superior de la Judicatura, el Senado y la Cámara de Representantes y en donde estas dos últimas entidades arrojaron riesgos altos y muy altos de prácticas corruptas, respectivamente, por sus actos deben responder senadores, representantes y empleados de las mismas, con nombres propios, de allí mi solicitud respetuosa a los lectores, eso sí, teniendo en cuenta la definición enunciada al inicio de la columna.
Pasando al otro tema, puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que el clima que se vive en nuestro Congreso es hostil y deja mucho que desear; el denominador común es la violencia verbal, el irrespeto personal, la intolerancia, el desconocimiento del otro y sus ideas, la acusación ligera; en pocas palabras; se ha convertido en una jauría que lleva implícita la idea de caza, de ataque, de agresividad, tanto en sentido literal como figurado; da la impresión de que algunos integrantes del Parlamento no pueden convivir de manera armoniosa con quienes piensan distinto.
Señores congresistas, la tarea no se puede dejar para después; Colombia está pendiente de su conducta dentro y fuera del recinto.
Adenda: De todo hay en la casa del Señor; muy pocos padres de la patria no ponen en práctica las conductas señaladas en el texto; a ellos, mi respeto y consideración.
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La corrupción hace parte de nuestra naturaleza?
La jauría tiene una estructura jerárquica marcada y que todos los miembros que la componen deben respetar, significando el no hacerlo ser echado o eliminado del grupo. La jauría se considera como salvaje