El pasado 19 de noviembre se realizó en nuestro país la consulta liberal para elegir el candidato presidencial de este partido para el 2018; participaron Humberto de la Calle y Juan Fernando Cristo; fue una campaña corta y sin insultos, hecho al cual no estábamos acostumbrados. Otros partidos iban a realizar su consulta en ese mismo momento, pero a última hora sacaron la mano. Otros liberales, muy calculadores, se negaron a participar aduciendo que era una fecha inoportuna; sabían que de entrada estaban perdidos o esperaban la nueva Ley de Partidos para revivir movimientos que sus integrantes sepultaron, gracias al transfuguismo o al interés particular en las regiones.
Votaron 744.521 colombianos y el costo fue de $40.000.000 (cuarenta mil millones) y ya sabemos quién ganó en franca y respetuosa lid. Lo grave es que la polémica se desató por los costos, olvidando que la democracia es nuestro mayor patrimonio colectivo. Peor es para un país elegir candidatos a puerta cerrada, con fuerzas oscuras detrás de las puertas y con compromisos económicos a costa del erario público.
La democracia, el mejor invento político hasta ahora, ha tenido costos inmensos a través de la historia, tanto económicos, como humanos. Muchos fusiles han dado cuenta de demócratas soñadores y de inmensos ejércitos que defendían ideales de libertad y participación; cantidades de colombianos han entregado sus vidas por este ideario, pero la historia no los recuerda, pues interesan más los triunfos de los gamonales, mesías de barro y dictadores de uniforme verde o traje camuflado.
En Colombia, un país excesivamente rico, pues su economía alcanza para los gastos de funcionamiento, para los vivos, los políticos y los corruptos, se asumen despilfarros que asustan a cualquier terrícola que no esté anestesiado con coimas o regalos; para información del lector enuncio algunas de esas "perlas":
– Los esquemas de seguridad de colombianos que cuentan con medida de protección nos valen la bicoca de $483.000.000.000 al año; 8.000 personas cuentan con esa parafernalia y muchos de ellos no la necesitan o se niegan a dejarla por temor a perder estatus social; incluyen chalecos antibalas, botones de pánico, escoltas y hasta escudos, carros y apartamentos blindados, multas de tránsito, gasolina (unos 800 millones de pesos al año) y viáticos para escoltas (que solo en el Congreso corresponden a 300 millones de pesos anuales). Nuestros escoltas acompañan a las esposas de los protegidos al supermercado, a los costureros; llevan y traen niños de escuela y hacen mandados a todas partes.
– El esquema del expresidente Uribe cuesta $2.500.000.000 al año; este abuelo de la patria es protegido en Colombia para que denigre de ella y le haga mala publicidad en el exterior, como también, para que polarice las fuerzas políticas y se oponga a los ideales de la paz.
– La publicidad del Estado entre 2012 y 2014 marcó un hito: $2,3 billones. Cómo serían esos contratos y quiénes se "beneficiarían" de los mismos?
– En el esquema de seguridad del exprocurador Ordóñez, el país invierte (gasta) 483 millones al mes. Qué derivamos de esa inversión? Oposición, disminución de la gobernabilidad y polarización.
– El cambio de las cortinas de la Casa de Nariño valió $600.000.000. No sé de qué material son, pero me imagino que mejoran la imagen del palacio.
– El valor total de los boletos aéreos de los congresistas durante 2.015 ascendió a $6.798.631.000 (se rehúsan a viajar en clase convencional).
– De los subsidios asumidos por el Estado, 20 billones son para los más ricos.
Cualquier persona, a la ligera, dirá que las anteriores perlas corresponden a un manejo inapropiado del presupuesto con beneficios desiguales e injustos, pero, de todas maneras, constituyen riesgos que debe asumir la democracia. Esto sin contar la compra de vehículos nuevos para muchos funcionarios del Estado, gastos de festejos, regalos, teléfonos celulares, gastos de representación, las pensiones millonarias que reciben los parlamentarios y los magistrados.
Como un verdadero aporte a la democracia, el dinero que se pagó por la consulta liberal es una verdadera inversión que da réditos, refleja respeto por el opositor, voto limpio de opinión, ausencia de la corruptela a la cual estamos acostumbrados cuando se compra el voto; los otros rubros a los cuales he hecho alusión son gastos, unas veces, justificados y otras, inaceptables desde todo punto de vista.
Quien se opone a una consulta tendrá que aceptar un totalitarismo con mandatarios elegidos a dedo. La decisión más rápida, más ágil y, aparentemente, más barata, es la del dictador.