Polarización sin ideas

1 marzo 2018 3:11 am
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"Con los desacuerdos endémicos se paralizó el crecimiento económico, creció el crimen, se agravó la migración, se paralizó la justicia y se volvieron mediocres los políticos. Al final, la política salvadoreña en la posguerra ha sido una apuesta permanente al fracaso del otro que ha terminado convertida en el fracaso del país. Esta es la lección que debe aprender Colombia del caso salvadoreño" (Villalobos:2017. Del miedo a la ingobernabilidad).

El autor hace sonar la campana después de analizar la situación vivida en El Salvador, país que es producto de una brutal polarización política, que pasó de la violación armada a la ingobernabilidad permanente. Al igual que hoy en Colombia, las élites que gobiernan el país usan el miedo para conseguir el rechazo al opositor y preservar el poder. Todo adversario, incluso, moderado, era considerado comunista y en nuestro caso, "castro- chavista". La guerra interna surgió como resultado del conflicto entre las mismas élites, o sea, entre los de arriba.

Después de los Acuerdos de La Habana, el país se dividió en buenos y malos; sabemos cómo empezó esta polarización, pero no sabemos cómo terminará; se ha activado el miedo para conseguir votos, pero se ve difícil la reunificación del país, polarizado, más por el odio que por las ideas.

La presente columna se escribe en un período "caliente" que corresponde a las elecciones de 2018, época en la cual impera una competencia destructiva; el momento político ha sido catalizado más por las emociones que por las ideas y esperamos que en algún momento reinen la racionalidad y la lógica.

Los referentes de la competencia electoral están constituidos por las Farc, el Eln y el paramilitarismo; la idea de país no aparece en la contienda, da la impresión de que se quiere seguir con la misma normativa de siempre. Nada de castro-chavismo deambula por nuestros caminos, pero es la idea que se quiere sembrar en la opinión pública para que germine la ultraderecha por doquier. Es tal ferocidad del ataque que se impiden las manifestaciones políticas de los exguerrilleros, llegándose hasta la agresión física; de aquí a la aniquilación del contrario hay un espacio muy pequeño; sin perdón y reconciliación volveremos al punto de partida hace 54 años.

Si el imaginario conservador y de ultraderecha se establece en nuestra sociedad, se pondrían en riesgo los acuerdos y Colombia regresaría a la barbarie; no creo que este sea un deseo real de quienes enarbolan la bandera del odio.

Es el momento adecuado para que políticos y politiqueros empiecen a competir con ideas nuevas en busca de una Colombia mejor y de que desechen la instrumentación de referentes políticos insignificantes y reiterativos para no llegar a antagonismos totalmente contradictorios. El Acuerdo de Paz es una victoria del Estado, pude pulirse y, de esta manera, convertirlo en el punto de inicio y encuentro de todos. Nunca habíamos estado tan cerca y tan lejos -gran paradoja- . El interés partidario no podrá estar por encima de la urgencia y necesidades de Colombia, ojalá no tengamos que arrepentirnos después.

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