¿Buscamos justicia o venganza?

12 septiembre 2019 12:25 pm

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Un gran dilema acecha a la sociedad colombiana, hoy: ¿los del famoso NO buscan justicia o venganza con quienes entregaron sus armas, después de un largo proceso de diálogos inciertos, complicados y, a veces, amañados? La actitud, la manera de argumentar, el juego de lenguaje, el discurso disuasivo y las triquiñuelas continuas nos hacen pensar, inmediatamente, que la ultraderecha colombiana solo quiere venganza con quienes estuvieron por fuera de la ley y se atrevieron a desafiar el orden establecido. Su bandera es el castigo desproporcionado, el aniquilamiento del otro, el ostracismo, el distanciamiento y la discriminación negativa. La retórica guerrera y desafiante nos dice que no hay otra posibilidad distinta al desquite; además de restaurar la injusticia pisoteada, también les proporciona una sensación de alivio y satisfacción, ya que el ofensor va a ser castigado y el agravio no quedará impune. “En el sentimiento que estimula la aplicación de una medida recíproca, aunque no siempre idéntica, está presente, por supuesto, la autocompasión del sufriente; pero lo que prevalece es la reacción ante la ofensa, el daño y el orgullo herido, así como el deseo de castigar al ofensor” (Malishev).

Lo que se vive y se siente es una sed de venganza, entendida esta como el desquite contra una persona o grupo en respuesta a una mala acción percibida; se busca "equilibrar la balanza", tratando de disfrazarla de justicia y haciendo más difusa la diferencia entre las dos. La venganza, a la cual me refiero, busca un fin humillante antes que corrector; consiste en obligar a quien ha hecho algo malo a sufrir el mismo daño que infringió, o asegurarse de que esa persona o grupo (llámese FARC o ELN) no volverá a cometer dichos daños otra vez. El comportamiento de todos estos vengadores, cuyos nombres son muy conocidos en nuestro medio, se basa en el imperativo del egoísmo; según Guméndez (1986), “la primera condición para la venganza es que la herida, convertida en llaga purulenta, infeccione el alma, que el agravio haya penetrado en el hondón de la persona y echado raíces sólidas”. Uribe y sus amigos son incapaces de olvidar; da la impresión de que el tiempo no ayuda a cicatrizar las heridas; parece que el tiempo, en vez de ayudar al olvido, convierte la memoria en venenosa y despreciativa; constantemente se lanzan reproches contra los supuestos ofensores y se reavivan los recuerdos de dolor que se convierten en rabia y en sed de venganza.

Qué lejos están de esa justicia, como principio moral que inclina a obrar y juzgar respetando la verdad y dando a cada uno lo que le corresponde; ese conjunto de valores esenciales sobre los cuales debe basarse una sociedad y el Estado: respeto, equidad, igualdad y libertad. Hacen caso omiso de las normas aplicadas por jueces sobre las cuales el Estado imparte justicia cuando éstas son violadas, suprimiendo la acción o inacción que generó la afectación del bien común.

El punto de referencia es el resentimiento y el interés personal; la protección total de los copartidarios, por encima de todo y, como si fuera poco, la desestabilización de la Carta Magna y el Orden. Un Estado injusto y vengativo nos convierte en ciudadanos de la caverna. Como decía mi abuela: “La venganza es el manjar más sabroso condimentado en el infierno”.

 

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