Aldemar Giraldo Hoyos
Un habitante de la calle, al ser entrevistado por un periodista, expresó: “usted, róbese una gallina, ¡qué lío tan arrecho en el que se mete¡, pero si le roba harto al Estado, no le pasa nada”. Esta respuesta o comentario encierra sabiduría, pues expresa el sentir del común, la lectura que hace el pueblo de lo que pasa en nuestro país: ladrones “comunes” y ladrones “de corbata”; en su escala de valores, para un reciclador, corrupto es lo contrario de correcto; la argumentación no es larga, pero, sí, profunda.
Si usted es funcionario del Estado y hace algo grave, tiene más defensores que acusadores; basta con mostrar cara de bobo o de santo e inmediatamente salta la liebre: sus copartidarios ponen el grito en el cielo y nos hacen ver a nosotros como culpables de su delito, lo muestran como un modelo de talla internacional, exponen pancartas en el Capitolio y llegan a la conclusión de que es un perseguido político a quien no se le reconocen los derechos que tiene todo ladrón con diploma nacional. Aquí empieza la fiesta y todo el poder judicial se dedica a lo que sabemos: posponer, posponer y posponer hasta que todo el mundo se cansa; se presenta un temblor, un deslizamiento o una toma guerrillera y los medios de comunicación se ocupan de la “buena nueva” y lo viejo se va al archivo.
Una buena estrategia ha consistido en viajar al exterior, de frente o al escondido, cuando se sienten pasos de animal grande, permanecer allí en el anonimato y regresar como héroe o mártir del Calvario; así se recupera la imagen, mientras su partido político monta la estrategia de reposición de imagen y restitución de derechos. Pobres niños “mal” de familias “bien”.
El exvicesubpresidente Arias fue víctima de persecución judicial y política; lo condenaron, injustamente, a 15 años de cárcel por favorecer a algunos ricos de Colombia con los dineros de Agro Ingreso Seguro, los cuales tenían como fin remediar la situación económica de pequeños y medianos agricultores; como no eran justos con él, la única posibilidad que tuvo fue viajar a los Estados Unidos para proteger su integridad y a su familia. Imposible fue su extradición, pero cuando volvió tuvo la “asesoría” del abogado de siempre y el apoyo incondicional del Matarife y sus muchachos. El chacho de corbata se ganó la tutela y ocasionó un choque de trenes que abrió una gran tronera en los muros de la justicia. Ya están haciendo fila muchos innombrables para que se les revisen los procesos y fallos; afortunadamente, don Popeye no tuvo chance, pero me imagino que Garavito solicitará segunda instancia, teniendo en cuenta que muchas de sus víctimas eran niños humildes. Como otros reos llevan una larga temporada en la tierra de Trump, supongo que regresarán como profesores de inglés y ciencias bestiales dentro de la instrucción virtual.
Si usted piensa ser reconocido como persona digna y con derechos, basta con ser corrupto, viajar al exterior y regresar a recibir el diploma que lo acreditará como “ejemplo para imitar”. Como decía mi abuela: “Todo hombre tiene su precio, lo que hace falta es saber cuál es”.