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NO PUEDO RESPIRAR

4 junio 2020 12:03 am
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Siempre he sostenido que ser policía es algo muy duro; se expone la vida diariamente, para muchos es sinónimo de bruto y se convierte en objetivo de los violentos durante manifestaciones populares; la mayoría de las veces, el pueblo desahoga su furia o resentimiento contra los uniformados o, en su defecto, contra los bienes públicos y privados. He visto a la turba cuando arremete, sin medida, y logra lastimar o matar a quienes tienen por tarea defender la vida y bienes de los ciudadanos. Muy pocas veces, los operativos policiales son reconocidos como acciones justas y racionales; existe un imaginario negativo que puede estar fundamentado en la historia o en acciones que han comprometido a la institución policial.

 

Cuando hay uso excesivo de fuerza física, asalto, ataques verbales y amenazas, por parte de policías y otras fuerzas del orden público, se enuncia como brutalidad policial, aplicable, también, a los guardianes de las cárceles. Aunque no se le dio el despliegue merecido en los medios nacionales, un joven negro de Puerto Tejada, llamado Anderson Arboleda, falleció el pasado 31 de mayo, horas después de haber sido golpeado, en repetidas ocasiones, por varios uniformados.

 

El país se dio cuenta del crimen a través de las redes sociales; Goyo, la cantante del grupo Choc Quib Town, lo denunció en Facebook; los bolillazos, en la cabeza, le ocasionaron muerte cerebral. Como siempre, se abrió la investigación y los resultados se pueden predecir. Murió por cometer un crimen execrable: salir a la calle, frente a su casa, durante la cuarentena.

 

Aquí no termina el horror; el pasado 20 de mayo, en las calles de Bogotá, un adulto mayor recibió una “muenda” por parte de la policía por infringir, peligrosamente, la ley; estaba vendiendo productos en la calle. Los transeúntes pedían clemencia, mientras el anciano trataba de recuperar su “venta”. Fue tal la nobleza de este hombre que solicitó sólo un llamado de atención para los castigadores. Dicen que le devolverán el carrito y las gafas y lo vincularán al programa de apoyo del IPES y de Bogotá Solidaria en Casa. Vuelve y juega: se abrirá la investigación.

 

Tenebroso lo sucedido en los Estados Unidos; la muerte infame de George Floyd, un negro de 46 años; el nombre que debe dársele a este suceso es: policía asesina a un hombre después de inmovilizarlo. Nueve minutos estuvo la bestia encima de George; con la rodilla y el peso del cuerpo lo ahogó. La gente le suplicaba que lo mirara que estaba muy mal, pero la fuerza bruta imperó sobre todo. El lamento de quien yacía en el suelo fue insuficiente y el desenlace fue observado a través de las cámaras.

 

Las manifestaciones en la tierra del señor de la peluca superan a las que se presentaron, hace más de 50 años, con motivo del asesinato de Martin Luther King, un negro que tenía un sueño: que los negros tuvieran los mismos derechos que los blancos. La muerte del señor Floyd es solo una entre millares, consecuencia del racismo estructural que se ha vivido en los Estados Unidos; a esto pude sumársele una pandemia que discrimina y una respuesta del loco Trump que aviva odios y segregación.

A pesar de lo que creemos, la policía más violenta del mundo se encuentra en Brasil y Venezuela; los gringos ocupan el quinto puesto; se le teme más a la policía que a los asesinos callejeros. Como decía mi abuela:“Ni todos los moros somos traficantes ni toda la policía cumple la ley.”

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