Aldemar Giraldo Hoyos
El pasado domingo, la isla de Cuba vivió una de las mayores protestas de su historia, desencadenadas por la crisis económica, agravada por la pandemia; las concentraciones fueron inusuales; miles de cubanos salieron a las calles, en ciudades de todo el país, para protestar por la escasez de alimentos y medicinas, en una notable erupción de descontento. Hubo detenciones, garrotazos y encierros y, por supuesto, reacciones en muchas partes del mundo, unas de la derecha, otras de la izquierda y, unas más, de oportunistas que buscan darse pantalla y pasar por defensores de aquellos que sufren en cualquier rincón del globo, con desconocimiento total del contexto.
Da la impresión de que a algunos politiqueros nacionales les interesa más el vivir de los cubanos que el sufrimiento de sus connacionales; basta escuchar a la señora María Fernanda Cabal, secundada por sus copartidarios; aplaude y justifica las manifestaciones de descontento en la isla de los Castro, las ve extraordinarias, únicas y dignas de elogio, mientras ha expresado que “es falso que exista un derecho que garantice la protesta en Colombia”, “a paro quieren ir los anarquistas, los que lo quieren todo gratis”, “pobres los que creen que el Estado les va a resolver la vida”. Como quien dice, que se manifiesten los cubanos y que cierren la boca los “anarquistas” colombianos. Te doy palo en la casa y te aplaudo en la calle; lo que pasa en Colombia no es nada, lo grave, sucede en Cuba.
Estas expresiones no son desafortunadas, son propias de una senadora de ultraderecha que suda odio y resentimiento, que vive en una Colombia especial, en donde ha gozado de prerrogativas, acolitada por áulicos con ansias de poder, lejos de esa Colombia de carne y hueso que tiene que soportar inmensos dolores; anteriormente, sus gritos estuvieron dirigidos al gobierno venezolano, tildado por ella como comunista o, “castrochavista”, por su jefe natural; todos los días tenía un discurso reiterativo de ganadera o señora de los pastizales.
Gran coincidencia que esté ablandando el terreno hacia la casa de Nariño una mujer que desconoce la realidad del país, que insulta a los pobres, que habla de un socialismo que no entiende, que aplaudió una reforma tributaria inhumana y desastrosa, que piensa que las manifestaciones en Colombia obedecen a una estrategia terrorista. Ya sabe el pueblo a qué atenerse con la esposa del vaquero mayor de Colombia. Amanecerá y veremos, cuando todos sus “amigos” la aplaudan sin saber lo que encierra. Como decía mi abuela:” Para mentir y comer pescado hay que tener mucho cuidado”.