Al escuchar las declaraciones de Biden y Putin, da la impresión de que dos niños pelean por un carrito de madera o por un balón y, de paso, meten a sus familias en un tropel de grandes proporciones; para empezar, uno de los pelafustanes se mete en el vecindario; desde allí lanza improperios y lo reta a darse pescozones; la respuesta de su enemistado es clara:” el balón es mío, usted me lo entrega o vuelvo mierda su casa y las de sus vecinos”.
Cualquier lector dirá que estoy ridiculizando o, minimizando la situación que estamos viviendo hoy como consecuencia de la guerra o invasión a Ucrania; no se trata de eso, mi tensión es inmensa y soy consciente de las consecuencias que puede traer una decisión rápida o emocional de quienes se sienten dueños del mundo y de la estratosfera, cayendo en la cuenta de que ambos dicen tener la razón y de que lo que está en juego es su poder y orgullo personal.
No se necesita ser “estudiado” para comprender que el orden internacional está amenazado y que una guerra en este momento no dejará vencedores, sino consecuencias funestas e irreversibles; no se trata del “impase” en el Golfo Pérsico, cuando Irak invadió a Kuwait e inmediatamente, una coalición de países, liderados por los Estados Unidos, dio una respuesta contundente para evitar el aparente control de las reservas petrolíferas kuwaitíes.
Hoy el impase es a otro precio y las implicaciones son distintas; no se trata de una guerra convencional entre Rusia y Estados Unidos; estas dos potencias militares se están mostrando los dientes y, de paso, comprometen a sus aliados; está en juego el honor de la OTAN y de aquello que los internacionalistas llaman Occidente, como también, el poderío de Rusia y sus amigos (Bielorrusia, China, Kazajstán, Armenia y la India).
Estamos viviendo una tensión nuclear, pues Rusia se ha apartado del tratado que regula las armas de destrucción masiva y lanza una nueva amenaza, justamente, al cumplirse un año del enfrentamiento con Ucrania y no se ve alguna luz más allá del túnel; para algunos, la actitud de Vladimir es sólo una estrategia de terror, pero para otros, el presagio de algo malo o de una segunda ofensiva a gran escala.
Por su parte, Biden, en defensa de lo que él llama “democracia” compromete a “Europa y a una coalición de naciones desde el Atlántico hasta el Pacífico” y reta a Putin, señalándolo como autócrata y dictador y se mantiene como férreo defensor de Ucrania. El mundo está en vilo ante dos niños que se pelean el poder en todas partes y la posesión de una pelota que es de todos. Como decía mi abuela: “No soy una de las ruedas del poder, sino una de las criaturas que son aplastadas por ellas”:
Aldemar Giraldo Hoyos